(Continuación) “... y con mucha sotileza, antes que la sangre se yele, la pondrás sobre la otra mitad que quedare en la silla, advirtiendo de encajallo igualmente y al justo; luego me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verásme quedar más sano que una manzana”.
Un supuesto “remedio”
que a personas con cierta edad le puede traer no agradables recuerdos de la
infancia, asociados a un empacho o a una falta de apetito que traían consigo
periódicas tomas de aceite de ricino o aceite de hígado de bacalao.
Unas cucharadas quizás
efectivas -no seré yo quien, por cuestiones obvias, lo cuestione- pero sí le
aseguro que eran de lo más desagradables, y bien diferentes de otro “fármaco” que probablemente también recuerde el ‘Agua
del Carmen’.
Resulta curioso, pero ojeados y hojeados los diccionarios a mi alcance me indican la existencia de diferentes bálsamos (de calaba, de María, de la India, de Judea, de la Meca, de Tolú, del Canadá, ...), mas ninguno nombra al que utiliza el hidalgo Don Alonso Quijano; bueno sí, en puridad lo recoge el Diccionario del español actual de Seco, Andrés y Ramos, como ‘Supuesto remedio de todos los males’ ¿Cómo es esto posible?
Ironía cervantina
Si bien sabemos de los
antecedentes familiares del escritor, ligados al conocimiento de las
propiedades medicinales de determinadas plantas y de los métodos y fórmulas de
botica para la elaboración de salutíferos remedios.
Y que el de Fierabrás
está compuesto de aceite, vino, sal y romero, y preparado siguiendo un proceder
habitual en la práctica de la farmacia de la época, a saber, la mezcla de
varios simples medicinales, tres de procedencia vegetal y uno mineral, para
obtener un compuesto, al estilo de las famosas triacas.
Y que todos ellos son factores que apuntan a la credibilidad del bálsamo, sin embargo, hay un detalle de lo más importante que no se nos debe pasar, si en realidad queremos saber de las verdaderas intenciones literarias cervantinas (“luego me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho”)
‘Deus ex machina’ medieval
Es palmario que en la
medicina de los siglos XVI y XVII, nadie en su sano juicio pensaba que Miguel
de Cervantes Saavedra creía que un bálsamo se bebiera, nadie; sin duda, con
la explicitación de su ingesta lo que pretendía era parodiar las novelas y
poemas de caballería.
Estamos ante un sorprendente
ungüento que no se aplica sobre la piel, sino que se administra por vía oral,
un elemento absurdo con el que subrayar el carácter cómico de la novela y,
sobre todo, la caricatura. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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