martes, 24 de diciembre de 2024

El bálsamo de Fierabrás. Ciencia entre ficticia e irónica

(Continuación) “... y con mucha sotileza, antes que la sangre se yele, la pondrás sobre la otra mitad que quedare en la silla, advirtiendo de encajallo igualmente y al justo; luego me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verásme quedar más sano que una manzana”.

Un supuesto “remedio” que a personas con cierta edad le puede traer no agradables recuerdos de la infancia, asociados a un empacho o a una falta de apetito que traían consigo periódicas tomas de aceite de ricino o aceite de hígado de bacalao.

Unas cucharadas quizás efectivas -no seré yo quien, por cuestiones obvias, lo cuestione- pero sí le aseguro que eran de lo más desagradables, y bien diferentes de otro “fármaco” que probablemente también recuerde el ‘Agua del Carmen’.

Resulta curioso, pero ojeados y hojeados los diccionarios a mi alcance me indican la existencia de diferentes bálsamos (de calaba, de María, de la India, de Judea, de la Meca, de Tolú, del Canadá, ...), mas ninguno nombra al que utiliza el hidalgo Don Alonso Quijano; bueno sí, en puridad lo recoge el Diccionario del español actual de Seco, Andrés y Ramos, como ‘Supuesto remedio de todos los males’ ¿Cómo es esto posible?

Ironía cervantina

Si bien sabemos de los antecedentes familiares del escritor, ligados al conocimiento de las propiedades medicinales de determinadas plantas y de los métodos y fórmulas de botica para la elaboración de salutíferos remedios.

Y que el de Fierabrás está compuesto de aceite, vino, sal y romero, y preparado siguiendo un proceder habitual en la práctica de la farmacia de la época, a saber, la mezcla de varios simples medicinales, tres de procedencia vegetal y uno mineral, para obtener un compuesto, al estilo de las famosas triacas.

Y que todos ellos son factores que apuntan a la credibilidad del bálsamo, sin embargo, hay un detalle de lo más importante que no se nos debe pasar, si en realidad queremos saber de las verdaderas intenciones literarias cervantinas (“luego me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho”)

‘Deus ex machina’ medieval

Es palmario que en la medicina de los siglos XVI y XVII, nadie en su sano juicio pensaba que Miguel de Cervantes Saavedra creía que un bálsamo se bebiera, nadie; sin duda, con la explicitación de su ingesta lo que pretendía era parodiar las novelas y poemas de caballería.

Estamos ante un sorprendente ungüento que no se aplica sobre la piel, sino que se administra por vía oral, un elemento absurdo con el que subrayar el carácter cómico de la novela y, sobre todo, la caricatura. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

 

 


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