[Esta entrada apareció publicada el 06 de septiembre de 2024, en el semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Una especie de fármaco que de pequeño nos daban a tomar en alguna que otra ocasión especial, y recuerdo mi madre guardaba en el botiquín del cuarto de baño junto a las gasas, el alcohol, el yodo y demás potingues de curar. Se suponía que la ingesta de unas gotas de la misma disueltas en agua era la panacea para no pocos de los males.
Desde las cefaleas, resfriados o por si se sufría algún desmayo. Hasta los dolores menstruales, una mala digestión o una congestión nasal y es que a su fuerte olor a alcohol y cítricos, como el de las colonias para niños, se le suponía la virtud de recuperar el sentido y la expectoración.
Pasando por los estados de
nervios, tanto de adultos como de niños, a quienes
suministraban unas gotas en el colegio en caso de estar muy inquietos.
Un preparado que introdujeron los Carmelitas Descalzos en la Francia del siglo XVII, a España llegó en 1911, compuesto de un 55 % de alcohol etílico C2H6O y una mezcla de plantas relajantes y digestivas (melisa, cedro, clavo o canela). Vamos que cualquiera lo podría considerar un potente licor, semejante en graduación al mezcal o el aguardiente, sin temor a equivocarse.
Y sin embargo fue un remedio popular patrio durante buena parte del siglo pasado, al que atribuían propiedades de tónico estomacal, antiespasmódico, carminativo y colerético, si bien no es menos cierto que ya en aquella época, en algunos círculos, estaba escasamente considerada desde el punto de vista científico.
Incluso denostada por las
posibles connotaciones milagreras que parecen sugerir su nombre, por no
hablarle de las probables contraindicaciones en embarazo y lactancia.
Pero no siempre fue así, desde la antigüedad grandes como Dioscórides, Avicena, Galeno, Paracelso ya le atribuían todo tipo de propiedades: antidepresivo, calmante tópico, curativo de úlceras y cólicos, y hasta para la miopía, no le digo más; bueno sí, la mística Hildegarda de Bingen afirmó que era muy útil para aligerar el espíritu y el corazón, comprensible considerando su alta graduación alcohólica.
En esa línea y hasta cierto punto
el ‘Agua del Carmen’ fue popular en España entre las mujeres del
siglo XX, pues era el sustituto aceptado socialmente del alcohol para ellas; una
época en la que el género masculino determinaba qué podía hacer o consumir el
femenino, y eso de que una mujer bebiera alcohol no estaba bien visto, no.
Pero un producto que no tenía nombre ni referencia a ningún licor, la única era además cuasi religiosa y salutífera, sí estaba bien visto así que su ingesta se aceptaba; además, en casa, nunca se guardaba junto al aguardiente o la crema de orujo. Así que. (La mujer podrá estar hecha del hombre, pero el hombre no se puede hacer sin una mujer).
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla
y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
ÍNDICE
No hay comentarios :
Publicar un comentario