(
Continuación) Todo eso, claro, si el valor de dicha intensidad lo hace
posible. Una posibilidad que, precisamente, no se da en la
Luna, cuya atmósfera es insignificante debido a su baja intensidad gravitatoria,
incapaz de retener moléculas de cualquier gas en su superficie.
Lo que no significa que no tenga, que de hecho la tiene, dado que la mayor
parte de los gases en su superficie provienen de su interior, en un proceso de
emisión que no ha cesado desde que el satélite se formó.
Pero que tal como llegan a ella desde el interior, se escapan hacia el
espacio exterior casi, casi, al mismo ritmo. Y aunque mientras, en el ínterin,
algo queda sobre su superficie, lo cierto es que su valor se considera despreciable
para según qué efectos, entre los que se encuentra el que nos trae.