sábado, 28 de diciembre de 2024

DCPS. Calle Raimundo Lulio (y 2)

(Continuación) En él recurre a una analogía, la comparativa orgánica, en la que cada ciencia se representa como un árbol con raíces, tronco, ramas, hojas y frutos: las raíces representan los principios de cada ciencia; el tronco, la estructura; las ramas, los géneros; las hojas, las especies; y los frutos, los individuos, sus actos y sus finalidades.

Una cosmovisión luliana en la que existen catorce árboles principales y dos auxiliares, los principales son: Elemental, estudia la física; Vegetal, la botánica; Sensual, biología; Imaginal, artes; Humanal, antropología; Moral, ética; Imperial, política; Apostoical, eclesiología; Celestial, astrología; Angelical, angelología; Eviternal, escatología; Maternal, mariología; Cristianal, cristología; Divinal, teología.

Y los auxiliares: Ejemplifical, guía ilustrativa de los anteriores, mediante ejemplos, proverbios y refranes; Cuestional, refrenda en términos de la lógica las cuestiones relativas a los demás.

Aunque desde la perspectiva actual la arboleda luliana puede parecer demasiado simple y esquemática, lo cierto es que expresa una clara sistematización del conocimiento que organiza y simplifica el estudio de las diversas disciplinas tratadas.

Cuento aparte los libros apócrifos que se le han atribuido, la mayoría poco ortodoxos; por ejemplo, sólo el corpus dedicado a la alquimia supera el centenar de entradas, algunos lo denominan “pseudo lulismo alquímico”.

Ars Magna. La máquina pensante

Buena parte de la actividad literaria de Llull fue detectar los errores de racionalistas como el polímata cordobés Averroes (1126-1198), y así mostrar la verdad cristiana de manera tan clara y meridiana que, incluso los musulmanes pudieran apreciarla sin posibilidad de error.

Ya de la que va, el cordobés del siglo XII tiene reconocimiento viario en la ciudad por lo que antes que después aparecerá por estos predios, pero volviendo al palmesano y su idea, en el último cuarto del siglo XIII se planteó el diseño de una máquina capaz de realizar demostraciones lógicas para validar o refutar teorías.

Un autómata mecánico que en principio podría demostrar la validez de los dogmas de la fe cristiana y, lo que es mejor aún, la existencia de Dios; un artilugio al que bautizó como Ars generalis ultima (“Último arte general”) o Ars magna (“Gran arte”) y hoy conocemos como Ars magna et ultima.

En él las sentencias, los sujetos o los predicados teológicos estaban organizados en figuras geométricas “perfectas” (circunferencias, cuadrados y triángulos) que mediante diales, palancas, manivelas y volantes se movían a lo largo de unas guías, hasta pararse en una de las dos posibles posiciones: positiva (certeza de la proposición) o negativa (falsedad de la misma) según lo que correspondiera. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 29 de julio de 2024, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.

 

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