lunes, 4 de marzo de 2019

VCM-17. ‘El sombrerero loco’ o de vuelta con el mercurio

(Continuación) Todos conocemos a este personaje del famoso cuento Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, publicado en 1856 y de su, menos conocida segunda parte llamada A través del espejo y lo que Alicia encontró allí de 1871.
Y por supuesto sabemos que lo escribió el diácono anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y escritor británico Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por su seudónimo Lewis Carroll (1832-1898).
Del personaje literario recordamos su raro e impredecible comportamiento, su extraña concepción del tiempo y otras excentricidades, y naturalmente su oficio, el de sombrerero y no otro. Una elección laboral que no es fruto de la casualidad y verán porqué les escribo esto. En mi opinión, todo hace pensar que el señor Carroll sabía lo que se hacía.
Desde principios del siglo XIX, era sabido que muchos artesanos fabricantes de sombreros sufrían espasmos, temblores y alteraciones de la personalidad, y que tarde o temprano terminaban perdiendo la cabeza, de ahí que se les calificara como dementes o locos.
De lo que no se sabía nada era sobre la relación causa-efecto que existía, entre el ejercicio de la profesión sombrerera y la incidencia de la enfermedad neurológica.
De antiséptico bacteriano a veneno humano
Lo que sí se sabía era que los sombrereros trataban los sombreros de fieltro y piel con compuestos de mercurio, para así destruir las bacterias y, de esa forma impedir que los sombreros se pudrieran. Un saber empírico de aquella época, el poder tóxico de este elemento químico para las bacterias, que está corroborado hoy por lo que sabemos de algunos compuestos de mercurio: son unos eficaces antisépticos.
Pero lo que no sabían era que, por desgracia, no solamente afectaban de manera letal a las bacterias. Cuando lo aplicaban, los sombrereros, también lo inhalaban o absorbían a través de la piel, dada su continuada exposición en el trabajo. Un fenómeno que tenía unos efectos sobre sus células cerebrales devastadores e irreparables.
Era la enfermedad del sombrerero, el hidrargirismo o envenenamiento por mercurio. Los sombrereros estaban envenenados con vapores de mercurio, ésa era la causa de su supuesta locura. Hoy, por suerte, es bien distinto. Se dice de ellos que padecían desórdenes neurológicos y psiquiátricos y es porque sabemos la causa de su mal. Es el poder de la ciencia. Y antes de dejar este apartado, dos apuntes más.
Uno. Aunque es evidente que Lewis se inspiró en la “locura” de la profesión para su personaje del sombrerero, resulta curioso que en el cuento nunca se refiera a él como el sombrerero loco. Lo de “loco” es un añadido de los exégetas que nunca faltan, y causa probable de que, aún en la actualidad, los ingleses utilicen una expresión que viene a decir algo así como: “estar loco como un sombrerero”.
Y dos. No creo que el señor Carroll pretendiera llamar la atención sobre las enfermedades laborales que afectaban a numerosos trabajadores en su época. En especial éstas provocadas por intoxicaciones. No lo creo. Él bastante tenía con sus migrañas. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.




1 comentario :

Javier dijo...

He visto por ahí que hay quienes dicen que ciertas citas del Sombrerero Loco podrían hacer referencia al álgebra de cuaterniones, en concreto a su no conmutatividad. Al parecer era la época en la que se discutía qué era mejor para la física, si los vectores o los cuaterniones.