Dicen que cuando el diablo no sabe qué hacer, va y se pone a matar
moscas con el rabo, y eso es lo que me pasó. Que entre rabazo y rabazo, se me
ocurrió otra idea y llamé al Hijoputa I:
- Dígame
- Hola hijoputa, le dije y me quedé a la escucha.
- ¿Estás todavía ahí, cabrón?”
- Sí, hijoputa.
- Deja ya de llamarme o... Si supiera quién eres te rompía la boca, me
dijo. Y entonces, con toda tranquilidad, le di todos los datos del Hijoputa II:
nombre, domicilio, hasta los del coche que lo tenía aparcado en la puerta,
vamos.
- ¡Ahora mismo voy para allá!, me gritó.
- ¿Sí? ¡Qué miedo me das, hijoputa! y le colgué. Inmediatamente llamé al
Hijoputa II:
- Dígame.
- Hola hijoputa…
- Como te pille algún día...
- ¿Sí?, pues a ver si es verdad. Ahora mismo voy hacia tu casa.
Y ahora sí colgué y llamé a la policía. Les dije que estaba en la
dirección del Hijoputa II y que iban a matar a mi vecino en la calle. Luego
hice otra llamada a una cadena de televisión local y les dije que iba a haber
una pelea de pandillas en la dirección que ustedes se imaginan.
Corriendo colgué, me monté en el coche y me fui para allá a toda
pastilla. Compréndanme, no me quería perder nada. Cuando el I llegó, el II ya
le estaba esperando en el portal. Todo un espectáculo, oiga. Para que se hagan
una idea, cobraron hasta los cámaras de televisión. La policía tardó en llegar.
Desde entonces no se me ha vuelto a ocurrir nada así ¡Qué pereza, Señor,
qué aburrimiento!
[Esta entrada fue publicada el sábado 02 de Febrero de 2019, en el diario digital Rota al día]
3 comentarios :
Advertencia:
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Recuerda, está en tus manos.
No te entiendo, tío.
El señor Roque dijo que leyó esta historia en un email.
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