Con algo más de cinco meses doy continuación a un interesante nexo arte-ciencia, la serie ‘Cuatro estaciones’ de Arcimboldo, más en particular entre pintura y botánica, y lo hago con la única estación interanual del año, el invierno, y el último cuadro de la inquietante serie.
Un óleo sobre madera
de 66 x 50 cm pintado en estilo manierista, en la actualidad se encuentra en el
Museo del Louvre, que el artista milanés a modo de tradicional alegoría,
representó como un hombre viejo pero agradable a la vista.
No es el suyo un viejo
huesudo y sarmentoso, con un punto mefistofélico tanto en su composición como
en su mirada, no, no es un viejo horroroso y desagradable.
Se trata de una imagen que, a diferencia de las otras tres obras estacionales está formada por un único elemento, un tronco marchito, desprovisto de todo adorno salvo una capa, del que nacen las ramas secas que conforman arrugas, barba, ojo, pelo, cejas, nariz, orejas o barbilla.
Reconocibles tocones
retorcidos y nudosos con escoriaciones e hinchazones, que deforman el rostro humano
que conforman otorgándole una apariencia de decrepitud, característica que es
propia en el ser humano a partir de cierta edad.
Rasgos anatómicos: arrugas, barba, venas, boca, …
Así es como Arcimboldo
pergeña las arrugas de manera bastante satisfactoria, a partir de un leño
desnudo y pequeñas ramas secas que marcan a su modo venas atrofiadas.
La barba, sin embargo, escasa y poco cuidada, está hecha de raíces y más ramitas secas, mientras que la boca está formada por dos setas, hongos arbóreos, que refuerzan la idea de decadencia pues, como es sabido, ellas contribuyen a la podredumbre del árbol.
Por otro lado, el
único ojo visible es una hendidura negra del leño, así como la oreja es lo que
queda de una rama rota y los cabellos son una maraña de ramas, acompañado en la
parte posterior por una serie de pequeñas hojas.
La figura desnuda está
animada solo por los colores del limón y la naranja, dos frutas propias del invierno, que cuelgan de
una rama procedente del pecho del hombre; y el vestido es una sencilla estera
de paja, si bien en la versión original de la pintura, el viejo llevaba una
capa sobre la que están representadas una M y una corona cerca del
cuello.
Sin duda un homenaje al emperador Maximiliano II de Habsburgo y a la importancia de la estación, la primera (‘caput anni’) y más importante del año en el calendario romano y asociada, claro, al hombre que no en vano era cabeza del Sacro Imperio Romano Germánico; de hecho, unos años antes del cuadro, en 1571, salió en una procesión vestido de invierno.
Una imagen inquietante
la del anciano y una desolada y poco amable representación de esta estación,
quizás la más dura y hostil de las cuatro (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
No hay comentarios :
Publicar un comentario