sábado, 22 de febrero de 2025

Amor bioquímico. “Mariposas en el estómago”

No es la primera vez que por estas fechas febrerinas y enamoradizas, viene a este negro sobre blanco el intenso sentimiento del amor, tan propio del ser humano y motivo de su frecuente presencia en el blog en no pocas categorías.

Y lo ha hecho desde diferentes puntos de vista si bien hoy, ya lo ve en el titular, me decanto por la ladera de la ciencia para desde ella, enfilar a tres hormonas que podemos considerar son la razón de que nos enamoremos sea a primera, a segunda o a tercera vista, que eso no hace al caso.

Estoy convencido de que le resultaría más atractivo y reconfortante pensar en la popular y poética sensación de tener “mariposas en el estómago”, ya me entiende, pero es que, perdone que le fastidie la idea, los agitados lepidópteros estomacales no son más que la involuntaria sensación física causada por una reducción del flujo sanguíneo en dicho órgano.

Adrenalina

O epinefrina, es una hormona y neurotransmisor de fórmula molecular C9H13NO3, cuyo nombre sistemático (IUPAC) le ahorro por complejo y prescindible, pero de la que sí le diré a los efectos que nos traen, es la causante de la reducción del flujo sanguíneo.

Se trata de un compuesto cronotrópico positivo que aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial, contrae los vasos sanguíneos, dilata las vías respiratorias y, como consecuencia, produce un mayor envío de sangre a los músculos.

En términos fisiológicos, estamos ante la activación del sistema nervioso simpático y la estrecha conexión entre cerebro e intestino, y sí, es habitual en la etapa de enamoramiento entre otras más emociones humanas.

Amor y hormonas

Pero no es su causante una mirada cálida e intensa, una lenta y suave caricia o un beso tierno y apasionado, no, lo que en realidad está detrás de la emoción amorosa, la que mueve los hilos que hacen que nos enamoremos y pase lo que pase, sea lo que esto sea, es la bioquímica de tres hormonas que componen el conocido como “cóctel de la felicidad”.

Ojalá no tuviera que decírselo o, en su defecto, recordárselo, pero esa agradable sensación de mariposeo en el estómago no existirá para siempre, sólo está con nosotros al principio del enamoramiento, acompañando el desconocimiento y la incertidumbre de lo que sentimos.

Pero por desgracia o no, nunca se sabe, conforme vamos tratando y conociendo a nuestra pareja, el cosquilleo desaparece, es lo que tiene. Ya nos lo dejó dicho nuestro nobel asturiano, por cierto, con calle y algún que otro reconocimiento en la ciudad. Somos física y química’. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

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