(Continuación) Sin duda es más que un rentable espectáculo de entretenimiento, radiofónico y televisivo, difícil de obviar como empresa de difusión lo que justifica la existencia de dichos debates terraplanistas, así que no le canso.
En
todos ellos es evidente la falta, a raudales, de conocimiento científico de estos
últimos, aunque eso sí, envuelto en una inacabable, ilógica e ininteligible
verborrea y a veces, lo que es peor, diatriba pseudocientífica.
Una
especie de pretendido barniz de ciencia a fin de darle cierta credibilidad, que
podríamos tomar casi como un insulto a nuestra inteligencia, si no viniera de
donde viene. “No ofende quien quiere sino quien puede” nos dice el refranero
popular y puede que así sea, no sé qué decirle en este caso.
Pero, si me lo permite, le diré lo que sí consiguen estos charlatanes: de un lado le terminarán agotando con su palabrería hueca y sin raciocinio; del otro, al final, le vencerán por agotamiento; en este sentido coincido con el escritor estadounidense que firmaba como Mark Twain, ‘Nunca discutas con un ignorante, te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia’.
Decir la verdad burla burlando
Así
que quizás no sea mala del todo, la táctica de no rebatirle su argumentario, de
tomárselo a broma y darle toda la razón, eso sí, con una sutil aunque indisimulada
carga de humor e ironía. Puede servir un “Pues claro que sí, ¡Fenómeno!, tienes
toda la razón del mundo y nos tienen engañados a todos, a todos menos a ustedes”,
dicho esto de manera asertiva mientras se le echa el brazo por los hombros.
Seguido,
si le parece bien, de “La verdad está de vuestra parte, aunque eso sí, carecéis
de cualquier conocimiento científico que lo demuestre, pero, ¿qué importancia
tiene ese detalle? ¿qué sabrán los científicos que lo han estudiado durante
años? Pues nada de nada ¡Qué sí Campeón, que tenéis razón y todo es un complot!”.
O algo así, para dejarlos después con la palabra en la boca retirándole el brazo de los hombros. Ya en serio, comprendo que haya divulgadores científicos que terminen haciendo suya esta opción a modo de cortafuego vital.
La
verdad es que resulta agotador mantener con ellos una línea coherente de
razonamientos con base científica y digo esto porque lo he vivido en primera
persona y tentado he estado, y más de una vez, en caer en la tentación. Es un
auténtico “diálogo para besugos”.
Me
viene a la memoria, le advierto que lo mío ya es una edad a considerar, una
sección titulada Dialogo para besugos (1951), con unas divertidas conversaciones
absolutamente surrealistas, que aparecían publicadas en la revista humorística El
DDT, un recuerdo infantil que quizás usted comparta. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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