[Esta entrada apareció publicada el 14 de febrero de 2025, en el semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
...que el defunto de su agüelico’. Si usted lector nació recién iniciada la segunda mitad del siglo pasado es probable que le suene la única y célebre frase de la abuelita de Agamenón, una historieta humorística creada en 1961 por Nené Estivill para la revista Tío Vivo.
Y en la que el susodicho Agamenón es un paleto de pueblo tontorrón, brutote, perezoso y comilón que no duda en ayudar a quién se lo pide, y cuya abuela le repite al final de cada historieta su “igüalico , igüalico,...”.
Un mantra con el que refuerza esa transmisión de características de padres a hijos y por doble vía, herencia genética y entorno familiar, sobre la que le escribía en ‘De casta le viene...’, y con la que continúo hoy centrándome en las relacionadas con la ciencia, destacándoles algunas sin ánimo de ser exhaustivo, ni intención de agotar el tema. Empezando por la larga y fecunda familia Bernoulli, matemáticos y físicos suizos que irrumpieron en el mundo científico a finales del siglo XVII, una saga de larga vida.
O los Darwin,
naturalistas ingleses de los que todos reconocemos a Charles, padre de
la teoría biológica evolucionista a través del mecanismo de la
selección natural (1859), pero de los que no todos recuerdan al
fantástico abuelo Erasmus. O los Curie, una prolífica saga
francesa, ganadora de varios Premios Nobel en distintas especialidades y
presente desde los mismos comienzos tanto del pasado siglo XX como de la
instauración del galardón.
Siguiendo con los Thomson, padre e hijo, físicos británicos vinculados al electrón, cuyas aportaciones fueron reconocidas con sendos nobeles físicos distanciados unos treinta años, a saber 1906 y 1937. Claro que, en ese sentido, especial mención merecen los Bragg, padre e hijo británicos también, que recibieron el Premio Nobel de Física en 1915; sí, ha leído bien, los dos en la misma edición y especialidad, papá con 52 años y el vástago con 25, no me diga que no tiene su aquél. O los Bohr también físicos, padre e hijo, con sendos galardones en 1922 y 1975. Como quien dice, ir de los Thomson a los Bohr pasando por los Bragg.
Para acabar con los suecos von Euler, padre bioquímico e hijo médico que recibieron, uno, el Premio Nobel de Química en 1929 y otro, el de Fisiología o Medicina en 1970; los Leakey, arqueólogos y antropólogos británicos, padres e hijos vinculados con el ‘homo erectus’ en 1984, sin olvidarnos de las famosas “chicas Leakey”.
Y un último ejemplo, los Kornberg,
también padre e hijo que recibieron, el primero, el Nobel de Medicina en 1959
compartido con el español Severo Ochoa, y el segundo de Química en 2006
en solitario, los tres en relación con el ADN. He procurado que sean
todas la que están, aunque no estén todas las que son.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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