(Continuación) Vista así, la resiliencia ecológica es un concepto positivo que reconoce los mecanismos para hacer frente a contratiempos y adversidades tanto de animales y vegetales en su conjunto como considerados individualmente.
Resiliencia que como término
ha calado en otros campos de conocimiento y así, si bien como concepto se ha
vuelto algo más difuso, su uso se ha generalizado, convirtiéndose en un
complejo constructo conceptual desarrollado originalmente en el ámbito de la psicología,
pero pronto adoptado por la sociología, las ciencias políticas,
las ciencias de la educación y por qué no, la medicina.
El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra. Relacionada con la inteligencia emocional y la capacidad de adaptación ante situaciones difíciles, el vocablo hace referencia a la capacidad de las personas y sistemas para recuperarse de las adversidades, y es una de esas palabras que la pasada pandemia puso de moda, eso sí a costa de pervertir su sentido. Así que de resiliencia de los materiales a mediados del siglo XX a resiliencia humana de inicios del XXI, estas cosas pasan.
‘Resistiré erguido frente a todo, me volveré de hierro para endurecer la
piel’ cantábamos no hace mucho
mostrando cómo se ha convertido en una metáfora de la condición humana que las
ciencias sociales tomaron prestada de la física en la segunda mitad del siglo
XX para referirse a la resistencia y la flexibilidad ante los golpes de la vida. Estotras también. ‘Y aunque los vientos
de la vida soplen fuertes, soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue
en pie’.
Aunque empleada por casi todos hasta la saciedad (ad nauseam) y más allá (ad infinitum) durante la COVID-19, en realidad ya había ingresado (2014) en el DRAE junto a otras palabras que seguro le sonarán: “empoderar”, “sorpasso”, “procrastinar” o “sinergia”.
En concreto
resiliencia -que no resilencia, del inglés resilience con origen en el
verbo latino resilīre, ‘saltar hacia atrás, rebotar’, ‘replegarse’- fue
utilizada de manera profusa especialmente en comunicación política y en desarrollo
personal, en opinión de no pocos lingüistas, de forma del todo innecesaria.
Razonaban que el uso superfluo de un vocabulario poco común: no siempre, casi nunca, es sinónimo de inteligencia; en la, inmensa, mayoría de los casos puede resultar pretencioso; y justifican su “fama” en el supuesto carácter intelectual que proporciona al discurso, aunque no sé qué decir.
A veces se nota que quien lo emplea, no sabe bien lo que significa. Sí, y esotras. (‘Resistiré para seguir viviendo, soportaré los golpes y jamás me rendiré, y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré, resistiré’).
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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