(Continuación) También es muy conocida la anécdota que lo vincula con el Sol y nada menos que Alejandro Magno, al parecer, mientras el filósofo tomaba el sol plácidamente en su tonel, se le dirigió el rey macedonio: “Yo soy Alejandro Magno”. A lo que el filósofo contestó: “Y yo, Diógenes el cínico”.
Entonces el monarca le preguntó de qué modo podía
servirle y el filósofo replicó: “¿Puedes apartarte para no quitarme la luz
del sol? No necesito nada más”. Se cuenta que quedó tan impresionado
con el autodominio del cínico que se marchó diciendo: “Si yo no fuera
Alejandro, querría ser Diógenes”.
Por si está interesado, existe un tapiz de seda de
algodón con hilos de seda y oro del siglo XVII, ‘Diálogo
entre Alejandro y Diógenes’ que recoge
esta supuesta escena.
Contradicciones históricas
De estos y otros escritos se desprende la realidad sobre el estilo de vida misantrópico y solitario del filósofo, quien adoptó y practicó hasta el extremo los ideales de privación e independencia de las necesidades materiales.
Vamos lo que se conoce como cinismo clásico, del
todo alejado de las características del síndrome al que, posteriormente, han
asociado su nombre vaya a saber usted por qué razón; por
decirlo resumido y “cultureta”, el cinismo persigue la virtud (areté)
hallando en la autosuficiencia (autarquía) la clave de la felicidad (eudaimonia).
Es cierto que Diógenes propugnaba no poseer nada, no ser esclavos de las cosas y vivir libres, pero no fue en absoluto un acumulador solitario, desnudo y compulsivo, nada más lejos de la realidad. Él acudía diariamente al Ágora en busca de compañía y anécdotas como la del cuenco de agua ilustran lo opuesto de su filosofía con el síndrome psiquiatra, tal como lo conocemos coloquialmente.
Para más inri recordará que cuentan de él que vivía en un tonel, bueno pues, ironías de la vida, hasta donde sé en su época aún no se habían inventado los toneles, aparecieron con posterioridad gracias a los galos.
Conclusión
Todo apunta a que el síndrome está mal denominado, al
confundir la actitud austera y sobria de la existencia del sinopense, con un
desarreglo mental que en su comportamiento patológico se aproxima más a la
imagen tradicional del avaro.
Al parecer su “abandono extremo” de los textos, una
apariencia personal de miseria de la que no mostraban vergüenza, fue sencillamente
la excusa para utilizarlo como epónimo, incluso sin que se conociera su
apariencia personal real.
Un estudio intelectualmente deficitario en el que se
descuidaron sus aportaciones histórica-filosóficas, se realizó un análisis e
interpretación de los datos digamos somero y se concluyó la elección del nombre
de manera superficial basada en la miseria.
Toda una irónica contradicción que además desechó con cierta arrogancia el conocimiento existente. ¿Continuará?
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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