domingo, 1 de junio de 2025

¿‘Síndrome de Diógenes’? (1)

(Continuación) Le dejaba la semana pasada con una terna de preguntas sobre este singular trastorno, descrito fundamentalmente en ancianos y caracterizado por el abandono extremo del autocuidado, la acumulación de basuras y objetos inservibles, cierta auto negligencia, marcado aislamiento social o nula conciencia de enfermedad.

Y también con una doble observación, existe un número muy reducido de publicaciones sobre ellos, lo que hace necesario un estudio comparativo más riguroso de los casos, en cuanto a prevalencia, incidencia, mortalidad y comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos y somáticos.

¿Quién fue Diógenes?

Nacido en la ciudad turca de Sinope, siglo V-IV, sabemos que no se presentaba como sinopense sino como ciudadano del cosmos (cosmopolita) y que hacía gala de una orgullosa independencia apátrida, tal vez a causa de su exilio forzoso o su probable condición transitoria de esclavo.

Sabemos que tras la muerte de Sócrates sus discípulos, entre ellos Aristóteles y él mismo, se dispersaron dando origen a numerosas escuelas filosóficas post socráticas que continuaron su pensamiento en todas las direcciones.

Una de ellas fue la escuela cínica fundada por Antístenes, o por Diógenes según otros, que predicaba el cinismo, pensamiento que entre otras máximas abogaba por la abolición de la esclavitud y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Por cierto, en ‘La escuela de Atenas’ (1510-12) el fresco del renacentista Rafael podemos observar en el centro a Platón (con ropa púrpura y roja), a su izquierda Aristóteles (llevando ropa ocre y azul) y, tumbado en las escaleras unos escalones más abajo, algo alejado y como ajeno a todo Diógenes (con túnica azul).

Anecdotario diogénico

Sobre cómo nuestro hombre llevó a la práctica el ideal del sabio representado por el cinismo, con su permiso, le ofrezco una serie de sucedidos y quisicosas. Empezando por el que se recoge en El mundo de Sofía (1991), donde se expone de forma lacónica una de las bases del cinismo utilizando una anécdota de Sócrates.

 “Se cuenta de que una vez [Sócrates] se quedó parado delante de un puesto donde había un montón de artículos expuestos. Al final exclamó: ‘¡Cuántas cosas que no me hacen falta!’”.

Y siguiendo otros muchos de los libros del doxógrafo Diógenes Laercio, sí un tocayo, donde nos cuenta que “el cosmopolita” entre sus escasas pertenencias tenía una colodra (cuenco) para beber agua.

La misma que desechó al observar a un muchacho bebiendo agua de sus propias manos; un óleo de finales del siglo XVIII, ‘Diógenes lanza el cuenco’ nos lo muestra; un magnífico ejemplo de vida cínica. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.


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