(Continuación) Ya saben, esas
disgregaciones que el público suele agradecer, pues hacen las conferencias más
informales y próximas. Algo que sin duda está bien.
Pues bien, por suerte o
desgracia, ninguno de estos dos son mi caso. No la tengo memorizada, nunca tuve
mucha memoria, sino que la llevo escrita pero con un inconveniente. Me resulta del
todo imposible leerla, y como mucho, la miro de reojo de vez en cuando, con la
sana intención de no dispersarme, otra de mis limitaciones.
Aunque la verdad, desde ya le
reconozco que lo intento pero sin mucho éxito. Estoy tratando de decirles que soy
un desastre como conferenciante, algo que intento disimular llamando,
ladinamente, a mi intervención “charla”, así, como quitándole importancia, ¿se
dan cuenta de la cobardía de la argucia?
Eso sí, soy honesto y se lo
aclaro a mis anfitriones desde el principio, para que no se llamen a engaño. No
conferencia, sí charla. Ése es mi medroso slogan. De modo que dedico unos
minutos a hacer un planteamiento de la misma y el resto queda para que el
público me pregunte lo que quiera.
El resultado es que todos
charlamos, yo no conferencio y lo mejor de todo, tengo para mí que les gusta.
Así que bien, 'miel sobre hojuela' que decía mi abuela María. Mas, para mi desgracia, algo ha venido a alterar dicha
dulzura.
La cámara de vídeo
En los últimos años y por
circunstancias que ahora no hacen al caso, se ha generalizado una costumbre
inquietante y distorsionadora al menos para mí: la presencia de una cámara de
vídeo que te graba desde el primer momento.
Vamos que cuando llegas a la
sala ya te la encuentras allí, encima de un trípode en medio del pasillo, entre
dos filas de butacas o en una esquina del escenario. Y estarán conmigo que no
es lo mismo. Cómo va a uno a emplear las mismas palabras ante los amigables
ojos de nuestros contertulios, que delante del frío ojo de una cámara de vídeo.
No, subjetivamente todo cambia.
Los argumentos, los ejemplos
que uno pone son, han de ser, necesariamente otros. La verdad, no me termino de
acostumbrar y, a veces, pregunto si va a haber cámara. Suelo rogarles que no la
haya, aunque sin insistir no vaya ser que me priven de lo que tanto me gusta.
Y para ello me acuerdo de León Felipe: “Algún día vendrá un viento fuerte que me lleve a mi sitio”, lo que
sin duda me ayuda. No obstante, más de una vez y más de dos me soplaron vientos
relativamente fuertes y contrarios, pero bueno, la brisa hizo y sigue haciendo por
mí lo que puede.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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