Es bien sabido que a todos nos llega la muerte
en algún momento de nuestra vida, eso está claro y diáfano. Podrá ocurrir más
tarde o hacerlo más pronto, podrá ser muy dolorosa o hacerlo casi sin que nos demos
cuenta, podrá ser por un motivo claro o por algo inexplicado, pero lo que es
seguro, es que nos sucederá a todos y cada uno de nosotros.
Es así y así es, al menos en teoría, la nada
sorprendente noticia. Sin embargo, a pesar de lo dicho y aunque resulte
paradójico, en la práctica, la muerte termina siendo para los humanos, la más
sorprendente de todas las noticias previsibles. Así ha sucedido siempre, sucede
ahora y, parece ser que seguirá sucediendo.
Pues bien, hablando de muertes, les voy a
presentar algunas entre curiosas e interesantes, cuando no bizarras o inexplicadas
que, eso sí, tienen un nexo en común. El de guardar relación con los científicos
y los venenos, de ahí el titular.
Para esta entrada, planteada sin ánimo alguno
de que sea exhaustiva ni intención, por supuesto, de agotar con ella el tema, y
a falta de un mejor criterio lógico organizador, he elegido la cronología de
los luctuosos acontecimientos personales. Unos sucedidos que he acompañado de
ciertas puntualizaciones sobre el estado de la ciencia en dichos momentos y de alguna que otra curiosidad o quisicosa,
científica o no, que me han parecido de interés.
El arte de emponzoñar
Es seguro que nuestros antepasados
prehistóricos ya adquirieron en su día un conocimiento empírico de las
propiedades tóxicas de algunas sustancias naturales, tanto de origen mineral
como vegetal o animal.
Resulta verosímil por tanto que la causa
de algunas muertes humanas en el pasado fuera por el contacto con reptiles
venenosos, plantas tóxicas o sustancias inorgánicas (minerales y gases), y como
consecuencia de la ignorancia, la inexperiencia o de un fortuito accidente en
su manejo.
Y fruto de estos involuntarios sucedidos,
surgió el uso voluntario de determinados venenos destinados en principio a la
caza, mediante la impregnación con ellos de las puntas de lanzas, dardos y
flechas, con los que así emponzoñar a sus presas, para inmovilizarlas o,
directamente, matarlas.
De hecho, en diferentes yacimientos
arqueológicos se han encontrado puntas de flechas de hueso y de asta de ciervo,
algunas de las cuales poseían una ranura destinada a albergar dicho veneno, siendo
uno de los primeros y más conocidos el curare
de los indígenas de Sudamérica.
Peligro, veneno
Un término, el de curare,
que se aplica de forma genérica a diversos venenos de flechas de América del
Sur, y que en realidad es una mezcla pastosa de color parda formada por
extractos de numerosas plantas diferentes, miembros de las Menispermaceae y Loganiaceae
a las que se añadían también las Anomospermum
grandiflora. (Continuará)
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