En este repaso cronológico
de las muertes de algunos científicos por envenenamiento (VCM) no puede faltar
la del filósofo Sócrates (477-399), que
fue juzgado por corrupción de menores y condenado a la pena de muerte por envenenamiento con cicuta.
Un insufrible al que suicidaron con cicuta
No son pocos los
historiadores que comparten la opinión de que la ciencia en concreto, debe al filósofo dos importantes aportaciones:
una, el método de los razonamientos
inductivos, otra, la definición del concepto de lo universal.
Unas contribuciones con
las que el filósofo griego, maestro de Platón
y discípulo de Aristóteles, se
adelantaría a todos, al menos en lo que concierne al método del conocimiento científico.
Puede que tengan razón,
si bien no todos piensan lo mismo, algo que debe quedar claro. Pero no es de
este aspecto del que les quiero hablar, si bien les diré mi opinión acerca de lo
que se ha dado en llamar la ironía socrática.
Le supongo al tanto de
la historia. A pesar de que un oráculo había dicho que nadie era más sabio que
él, el filósofo no era de la misma opinión y se empeñaba, o aparentaba
empeñarse, en demostrar lo contrario. Lo que está bien.
Ironía socrática o ‘sólo sé que no sé nada’
Lo malo es que lo
hacía mediante su irritante “ironía socrática”. Imaginen la situación. Con actitud humilde, Sócrates, iba por las calles de Atenas planteándole a sus
conciudadanos, cuestiones como ¿qué es el valor?, ¿qué es la ciencia?, ¿qué es
la justicia?, y afirmando que él no sabía nada y que los demás debían de
instruirle. (“Sólo sé que no sé nada”).
Lo que también está bien.
Lo malo venía cuando
se ponían a ello y el sabio, que sí sabía y mucho, les hacía caer en sus
múltiples contradicciones, desmontándoles sus argumentos y haciéndoles ver que,
en realidad, no sabían. Al final terminaban admitiendo su propia ignorancia y
dejando en el aire, de manera implícita, que el oráculo tenía razón. Que nadie había
como Sócrates, a la hora de ser sabio.
No. Esto no está tan bien.
Estarán conmigo, que a nadie le gusta quedar en evidencia de esa forma. Por eso
pienso que no se puede decir de nuestro sabio que fuera muy estimado, vamos que
no caía, precisamente, bien entre sus coetáneos.
Y en éstas estaba cuando cayó
en desgracia, al parecer por motivos políticos, y fue condenado a muerte
mediante la ingesta de cicuta.
Tres apuntes para la reflexión
Una muerte que el pueblo, para qué nos vamos a
engañar, al menos parte de él, debió recibir con cierto agrado. Esa es mi
opinión al respecto. (Continuará)
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