domingo, 6 de enero de 2019

‘Adoración de los Reyes Magos’, 1303-1305 (1)

También conocida como La Epifanía. Se trata de la pintura al fresco del genial artista italiano Giotto di Bondone (1267-1337), que tardó dos años en realizar en la Capella degli Scrovegni de Padua y que, sin duda, por motivos que no escapan a nadie, es el cuadro del día.
Una pintura plagada de diversos detalles de naturalezas distintas: artística, religiosa, técnica, social o científica, siendo de esta última de la que, ya se lo habrán imaginado, les quiero comentar un par de detalles o tres.
Motivo pictórico
Empezando naturalmente por el propio motivo de la pintura que Giotto retrata, y que se corresponde con la escena relatada en el evangelio de San Mateo (2, 9-11): “Después de esta entrevista con el rey, los Magos se pusieron en camino; y fíjense: la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño.
¡Qué alegría más grande: habían visto otra vez a la estrella! Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.”
A destacar que, a pesar de la centenaria tradición cristiana, en la Biblia no se mencionan ni sus nombres, ni que fueran reyes, ni que fueran tres (3). Lo del rango real quizás provenga de la frase “Ante él se postrarán los reyes; le servirán todas las naciones” (Salmos, 72:11) y el número de ellos quizás se explique por el número de regalos que le hicieron (3).
No obstante, los seguidores atentos del blog recordarán que en 2016 les escribi sobre la leyenda de un cuarto rey, Artabán el Rey Mago solitario.
Primer detalle: los camellos
Si nos fijamos bien resulta que solo vemos a dos -los supongo camellos porque uno de ellos parece que tiene dos jorobas- pero que resultan ser de lo más peculiar. Vistos de arriba abajo, ya en la cabeza Giotto les pinta unas orejas que, llámenme ignorante, pero las veo más propias de un asno que de un camello.
Y qué me dicen de los ojos azules que tienen, por no hablar de las patas que no me irán a negar que son muy, muy, parecidas a las de un caballo. No es por nada, pero tengo para mí que el maestro italiano no había visto un camello en toda su vida y que tiró de imaginación. Animalario científico frente a bestiario paranormal.
Pero ahora que lo nombro, y tras la ignorancia mostrada por el pintor en lo que respecta a otros rasgos morfológicos, ¿cómo sabemos que era un camello y no un dromedario?, ya saben que uno tiene dos jorobas y otro una sola que, en cualquier caso, nota cultureta, no sirven para almacenar agua. Un error de la ciencia popular. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.


1 comentario :

Anónimo dijo...

¿Podría aclarar lo de los camellos y los dromedarios?