sábado, 17 de junio de 2017

Seguimos con el “¡venga!” (y 2)

(Continuación) Además, con el paso del tiempo, he observado que el término no sólo se utiliza en las despedidas entre gente conocida y próxima, no. Aparece incluso en las conversaciones telefónicas profesionales que mantenemos a diario con personas a las que no conocemos, aunque sepamos quienes son.
- Le agradezco mucho que se interese por este asunto. Un saludo.
- No se preocupe que yo me encargo ¡Venga!
Sí, hasta ahora, por todo lo que sé de “venga”, su uso me gusta. Pero claro tampoco sé mucho más de los que les he contado. Por ejemplo a estas alturas de la historia ignoro su origen, ¿cuál fue la cuna de este modismo: Sevilla, Valladolid, Murcia?
Y no queda aquí mi ignorancia. Aparte del “dónde” también desconozco el “cómo” y el “cuándo” se produjo esta moda lingüística, así como los factores de los que depende y si existe algún tipo de explicación para ella. Siempre me han llamado la atención estas nuevas expresiones de nuestra lengua, y sorprendido el hecho de que lleguen a hacerse insustituibles incluso entre los académicos.

Por último, y hablando de académicos, me parece que la Real Academia Española (RAE) está siendo cauta, quizás demasiado, con este término y su posible inclusión en su diccionario. Pero comprendo por supuesto que den tiempo al tiempo, y esperen a ver si los españoles se hartan de la moda. Es su obligación.
Mas después de las dos décadas transcurridas, la verdad, es que tengo pocas esperanzas de que el hábito verbal se extinga. Parece un fenómeno imparable, máxime porque su uso se ha generalizado y se extiende ya por todos los países de habla hispana.
Un fenómeno expansivo éste, posible gracias al papel primordial que en la difusión y aceptación de lenguaje y moda, juegan los medios de comunicación. Sí, es posible que en el próximo diccionario aparezca la nueva acepción de “venga”, como despedida coloquial. Pero claro, qué sabré yo.
No me cabe la menor duda que es mucho lo que debe de trabajar la que “fija, pule y da esplendor”. Que diecisiete años no son nada. Vamos, nada de nada.
- ¿Qué opina usted, son muchos?
- ¡Para nada!

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