(Continuación) Pero es más. Hace ciento
veinticinco (125) años H. A. Lorentz
no solo predijo la existencia hipotética del electrón, sino que fue algo más allá. En buena parte de este
trabajo de 1892 el físico expuso una idea que si bien no nueva en el fondo, en
la forma, era de lo más revolucionaria y tentadora. Me explico.
No era nueva en el fondo porque en realidad, si se piensa, la idea viene
desde muy atrás. No nos detendremos en el detalle pero sí dejaremos caer que ya
Aristóteles (384-322 a.C.), cuatro
siglos antes de Cristo, había puesto su grano de arena en el empeño de explicar
la inercia de los cuerpos, a partir
de la resistencia que el aire oponía
a su movimiento.
Aunque nos resulte increíble, hace ya dos mil cuatrocientos años el filósofo
griego llegó a la conclusión correcta, de que un cuerpo en movimiento avanzaría
ad infinitum en el vacío. Sí, lo hizo, si bien el
argumento lo desarrolló en el otro sentido.
Dado que ese fenómeno era tan extraño por infrecuente, para él lo que
probaba era la no existencia del vacío.
Horror vacui, que lo llamaron los
clásicos.
Pero revolucionaria y tentadora en la forma les decía también, porque
Lorentz sugiere en su teoría que la masa
del electrón es consecuencia de su carga eléctrica. O dicho de otra forma, que
un electrón en movimiento a través del éter,
genera campos electromagnéticos que provocan una resistencia a su propio paso.
Una oposición que interpretaba como su masa, es decir como una medida de su
inercia, pero cuya verificación no estaba exenta de problemas porque, ¿cómo se
podía demostrar que la reacción del electrón a su propio campo, era la causante
de su inercia y, por tanto, de su masa?
Teoría del Electromagnetismo de Maxwell
En opinión de Lorentz sí podía y a esa tarea se aplicó partiendo, como no
podía ser de otra forma, de lo que para la mayoría de los expertos era el
momento cumbre de la física del siglo XIX: la teoría de los campos eléctricos y
magnéticos, englobados en la síntesis matemática que James Clerk Maxwell (1831-1879) publicó en 1864.
Uno de los dos pilares en los que se asienta la Física Clásica, junto con la Mecánica
Newtoniana, y un cuerpo de conocimiento en el que no sólo reunió todo lo que se conocía sobre electricidad y
magnetismo, sino que los relacionó encontrando una explicación única para ambos.
De ese modo unificó dos fenómenos, que hasta ese momento eran independientes, con
una teoría única, la Teoría del Electromagnetismo de Maxwell y que está basada en dos fenómenos
fundamentalmente.
Uno es la relación que existe entre un campo
eléctrico variable y un campo magnético, deducida de la experiencia de Oersted: La variación de un campo eléctrico va acompañada siempre de un campo
magnético.
El segundo no es otro que la relación que existe
entre un campo magnético variable y la corriente inducida, de acuerdo con la
experiencia de Faraday: La variación de un campo magnético va
acompañada siempre de un campo eléctrico.
Ambos dieron el fundamento para la descripción cuantitativa
de la teoría y que está sintetizada en lo que se conoce como Ecuaciones del
campo electromagnético de Maxwell, la traducción matemática de las ideas y
experimentos eléctricos y magnéticos hasta ese momento.
Pero ya me lo han leído en más de una ocasión, en
esta vida nada es como parece, ni tan fácil como nos lo muestran. (Continuará)
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