(Continuación) De ambos escritores, Poe y Shelley, rechazar aquí el escaso e injustificado reconocimiento que
su obra, en esta categoría, tiene entre los aficionados al género, motivado por
la sencilla razón de no ser especialistas científicos reconocidos en esos
campos del saber, sino “simples” escritores. Todo un error.
Buen ejemplo de lo injusto del juicio
es el conjunto de relatos recogidos en el libro La ciencia-ficción de Edgar Allan Poe, traducido por Julio Gómez de la Serna Puig (1895-1983),
y de quien leí hace unos días por puro azar, que en 1928 prologó la obra El dueño del átomo de su hermano el
prolífico escritor Ramón Gómez de la Serna
(1888-1963).
Una recopilación de nueve (9) relatos
de diferente consitución y temática en la que, en el que es homónimo, el
escritor cuenta la
historia de un físico obsesionado en dominar
el mundo, gracias al dominio de la energía
del núcleo atómico.
Por las fechas se refiere naturalmente
al proceso de fisión nuclear pues quedarían
años aún para el de fusión nuclear, pero
es sorprendente cómo el escritor pudo intuir, desde un punto de vista tan
científico y técnico, el riesgo que suponía el manejo de la energía nuclear, mal llamada atómica.
Sorprendente digo porque, hasta donde
sé, Gómez de la Serna no tenía una especial formación ni matemática ni física.
Pero claro, qué sabré yo. Ya me contarán ustedes.
Mientras leo a vuelatecla lo escrito,
me doy cuenta del magnífio e inesperado nexo entre ciencias y literatura, éste
de los hermanos Gómez de la Serna, con el que me he encontrado mientras les
escribía de Poe ¿Serendipia? Podría ser.
Y del mundo de la literatura nos vamos
al de la política.
3. Sir Robert Peel (1788-1850), estadista y político británico del
partido conservador del que fue fundador. A él se debe la creación del primer
cuerpo de policía moderno de su país que, con el paso del tiempo, culminaría en
el actual Scotland Yard.
Un compañero de divulgación, casi
siempre mejor informado que yo, me apunta que no existe ningún fundamento
documetal que avale la idea según la cual el término “bobbies” con el que se
conoce a los policías de Londres procedan de “Bobby” el diminutivo del nombre
propio Robert, del político.
Tres cuartos de lo mismo que decir del
término “peelers” con el que se conoce a los policias de Irlanda del Norte y
que algunos consideran, sin base argumentada para hacerlo, derivado del
apellido del ministro, Peel.
Del que además hay que dcir que fue uno
de sus gobiernos el que otorgó los derechos civiles a los judíos británicos. Y
es que Peel llegó a ser Primer
Ministro del Reino Unido en diferentes etapas y fue en el ejercicio de una de
ellas donde nace el vínculo con la ciencia.
Ocurrió cuando al político, el renombrado
científico inglés Michael Faraday
(1791-1867), le presentó su descubrimiento sobre la inducción de corrientes eléctricas mediante campos magnéticos, una
dinamo vamos.
Éste, sin mucho interés por el asunto y
en tono escéptico, al parecer le preguntó: “¿Y esto para qué sirve?”, a lo que
Faraday se dejó caer con aquello de: “¿Para qué sirve un recién nacido?”. (Continuará)
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