domingo, 10 de octubre de 2021

Falaz homeopatía [CR-152]

[Esta entrada apareció publicada el 01 de octubre de 2021, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]

Han transcurrido doscientos veinticinco años desde que el médico alemán Samuel Hahnemann se inventara, 1796, una pseudoterapia que responde al nombre de homeopatía y que ya ha aparecido por estos predios periodísticos. Una credulidad basada en dos ideas simplistas: la sustancia que provoca los mismos síntomas que una enfermedad, también puede curarla; y, cuanto más pequeña es la dosis administrada de esa sustancia, mayor es su efecto.

De ahí que estos productos, suspectamente curativos, se diluyan en agua una y otra vez, a veces en proporciones equivalentes a disolver una sola aspirina en todo el océano Atlántico, el mismo frente al que escribo estas líneas. Ya me dirá usted por lógica, cuanto ácido acetilsalicílico puede haber en unas gotas que tome de la orilla y cual su efecto terapéutico al ingerirlas.

Por si no cae ahora, la teoría de la estulta terapia parte de tomar un material al que se considera responsable de un determinado mal físico -recuerde las dos ideas-, diluirlo en un disolvente y, una vez retirado el poso sólido, quedarnos con la disolución que contiene los ingredientes del material disueltos y a la que llaman “tintura madre”.

Entonces comienza un proceso repetitivo de diluir una parte de la tintura en nueve partes de, por ejemplo, agua. Tomar una parte de esta nueva dilución y mezclarla con otras nueve de agua y así repetirlo hasta por ejemplo 30 veces o más, con el resultado que ya se imagina, a poco que le eche algo de sentido común. Al final no queda ninguna molécula de las supuestamente salutíferas del material, solo hay agua.

Un hecho que fue demostrado por la ciencia en 1811 y se enseña desde hace muchos años en la química bachillera de nuestros centros educativos; es probable que usted mismo recuerde los problemas en clase de química, relacionados con el archiconocido número de Avogadro. Conscientes del ignaro ridículo científico en el que estaban inmersos y, sobre todo, del peligro que corrían sus pingües beneficios económicos, algunos defensores de la homeopatía pergeñaron una nueva idea según la cual, el disolvente “recuerda el poder curativo” de las sustancias que contuvo y ya no están.

Es como si usted mete en agua la llave de su coche y lo intenta después arrancar echando unas gotas de ella, una idea absurda, la de “la memoria del agua” que, no obstante, ha sido sometida a prueba y refutada por la ciencia. Sin embargo, no es raro encontrar testimonios y supuestas pruebas según las cuales, determinados pacientes encuentran mejora con su ingesta.

Pero nada más lejos de la realidad, cuando se investiga mediante ensayo clínico de doble ciego se demuestra siempre, bien la estafa o bien lo que en ciencia se conoce como efecto placebo.

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

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