martes, 8 de septiembre de 2020

“Si Dios me hubiera pedido consejo... (y 2)

(Continuación) Además, durante mucho tiempo fueron la base de todas las efemérides que se publicaron en España y su influencia se extendió a toda Europa, siendo utilizadas desde 1292 hasta 1627.
Tablas rudolfinas o rodolfinas
En el ínterin de esos poco más de tres siglos, y durante el XVI, el astrónomo polaco renacentista Mikołaj Kopernik (1473-1543) pensó que quizás el universo no era tal como decían y se planteó un modelo heliocéntrico, ya propuesto un milenio antes por el astrónomo y matemático griego Aristarco de Samos (310-230 a. C.), sólo que entonces no cuajó. Algo que sí ocurrió en el digamos “momento copernicano”, lo que motivó que en el primer cuarto del siglo XVII, las tablas alfonsíes fueran sustituidas por las rudolfinas.
Elaboradas por el astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler (1571-1630) a partir de los datos recabados de las observaciones del astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601), y de las conocidas tres leyes de la cinemática celeste del danés -que seguro estoy recuerda de sus tiempos bachilleres-, dichas tablas hacían posible el cálculo directo de las órbitas de los planetas sin necesidad de observación.
Todo un avance para la época, a qué dudarlo. Kepler las llamó rudolfinas (en latín, Tabulae Rudolphinae) en homenaje al emperador Rodolfo II, bajo cuyo mecenazgo habían trabajado ambos astrónomos.
Dando un consejo a Dios
Está constatado el papel más o menos directo que Alfonso X jugó en toda la actividad cultural que emprendió durante su reinado, pues suyas eran las ideas, de él partían las instrucciones para llevarlas a cabo y era él quien aportaba los recursos para realizarlas. Incluso, en algunos casos, se implicaba en parte de su ejecución como ocurrió con las tablas, que se encargó de supervisar.
Una frenética actividad que le llevó a apreciar lo que de complicado y complejo tenía, desde el punto de vista matemático, la tarea emprendida de adaptar el modelo geocéntrico para poder explicar con él los movimientos de los cuerpos celestes. Un sistema de locos que no dejaba de complicarse a cada paso y que terminó resultando exasperante.
Lo suficiente como para hacerle decir a todo un rey sabio, lo que dijo a la vista de los problemas que planteaba el modelo geocéntrico: “Si Dios me hubiera pedido consejo…”. Al final tenía razón Aristarco y Alfonso no era Johann, no, no lo podía ser. Tan solo era un rey.  
Y no, no me he olvidado de la anécdota del nomenclátor, resulta que el rey tiene una céntrica calle a su nombre en Sevilla, bueno tampoco es así exactamente. Además, antes dicha vía tenía otro un nombre, que si le digo cual era... Pero no será en esta ocasión, necesito algo más de espacio para contársela bien, por lo que tendrá que ser en otra. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.


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