domingo, 20 de septiembre de 2020

‘El joven inventor’ de Oscar Wilde (y 2)

(Continuación) Para acabar le dejo con
‘El joven inventor’, uno de los dos cuentos irónicos que lee nombraba antes: ‘Un joven inventó una butaca de teatro que economizaba espacio mediante ingeniosos dispositivos. Un amigo suyo invitó entonces a veinte millonarios a una cena para que lo conocieran y para tratar de interesarlos en el invento. Durante la cena, el joven logró convencer a los millonarios al demostrar que el ahorro de butacas, en un teatro normal, se elevaba a seiscientas. Todos mostraron su entusiasmo y sus ansias de convertirle en millonario.

Sin embargo, para su desgracia, el joven continuó calculando el ahorro anual en todos los teatros del mundo, en todas las iglesias del mundo, en todos los parlamentos, y por fin, llegó a estimar los efectos morales y religiosos asociados al invento, hasta que, pasada una hora, obtuvo como resultado una ganancia de muchos miles de millones. La consecuencia fue, por supuesto, que los millonarios recogieron sus bártulos y se escabulleron en silencio, dejando marcado de por vida al arruinado inventor’.

No hay ninguna duda de que el escritor contribuyó a reintroducir la tradición oral en la literatura victoriana, a perfeccionar el arte del diálogo en sus escritos críticos y a representar el poder de la oratoria en sus juicios, siendo estos algunos de los pilares en los que se basa su genialidad única. O como dijo aquél refiriéndose a lo suyo, el presente es vuestro, el futuro es mío.

Del dublinés, el vibórico y bonaerenese Borges llegó a escribir: “Leyendo y releyendo, a lo largo de los años, a Wilde, noto un hecho que sus panegiristas no parecen haber sospechado siquiera: el hecho comprobable y elemental de que Wilde, casi siempre, tiene razón”, y si lo decía el bonarerense, quien es uno. O sea que sí. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.




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