lunes, 28 de septiembre de 2020

El Sol, una estrella vital y peligrosa (1)

Hace unos días, a propósito del pasado equinoccio de septiembre y el consiguiente cambio astronómico de estación (Otoño 2020. Inicio astronómico), le escribía entre otras cuitas estacionales de nuestra estrella y de su actividad, pero no de la benéfica, de aquella íntima relación de la depende toda la vida terráquea, todo tipo de vida conocida en el planeta. No de la acción del Sol amigo.

Sino de la presencia en su superficie de manchas, protuberancias y fulguraciones que emiten radiación electromagnética de todas las longitudes de onda del espectro y con diferentes intensidades, que al interaccionar con el campo magnético terrestre producen en la ionosfera las denominadas tormentas solares o geomagnéticas.

Un breve fenómeno natural extraterrestre, suele durar tan solo unos minutos, que puede resultar potencialmente peligroso para el planeta pues, al interactuar los rayos X y las radiaciones ultravioletas (UV) que porta con la atmósfera terrestre -en particular con la ionosfera, capa que se extiende entre los ochenta y los quinientos kilómetros (80-500 km) de altitud, es decir entre la exosfera, capa más externa, y la mesosfera- incrementan su nivel de ionización.

Un aumento de fotoionización que trae como consecuencia inevitable grandes concentraciones de electrones libres que pueden afectar a la meteorología (mayor presencia de auroras polares), influir en la trayectoria de los satélites artificiales, interferir con algunos tipos de comunicaciones terrestres (propagación de las ondas de radio) e incluso perjudicar al sistema eléctrico de un país o incluso de un continente.

Una idea terrible que aterroriza solo pensarla, dada la dependencia extrema que la humanidad tiene hoy día de la electricidad. O sea, la acción del Sol enemigo.

Actividad solar

Se trata de una actividad de la que sabemos sigue un periodo de aproximadamente once (11) años y que está asociada al ciclo magnético de la propia estrella. En la actualidad nos encontramos en el ciclo solar número veinticuatro (24), que se inició en diciembre de 2008 y alcanzó su máximo durante la primavera del año 2014.

En mayo de este año 2020 se detectó la mayor fulguración desde octubre de 2017, lo que a juicio de científicos de la NASA podría indicar que el Sol “está despertándose” y comenzando un nuevo ciclo de erupciones. Apunta un prudente “podría indicar” porque, aunque estos ciclos de emisiones solares suelen durar once años, no se conoce con exactitud su ritmo.

Según las estimaciones realizadas por NOAA y Space Weather Prediction Center, durante este otoño el número de manchas solares seguirá decreciendo hasta alcanzar valores comprendidos entre 0 y 12, apuntando todo lo que sabemos a que durante este año terminará el ciclo 24 y comenzará un nuevo ciclo solar, el número 25. (Continuará)

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