Ya sabe que desde sus comienzos Enroque de
Ciencia publica en su cabecera bloguera una frase más o menos célebre, que
suele cambiar en días alternos. Y la que intitula esta entrada, traducción y
original, corresponde a la del pasado lunes 7, justo el mismo día en el que
unas horas después de su edición, recibía el comentario que puede ver más abajo.
En opinión del avisado y amable lector, quien
escribe, un servidor de usted, había cometido un error en la adjudicación de
autoría de la misma ya que la puse en boca del poeta romano Horacio (65-8 a.
C.), mientras que, a su buen entender y saber, ésta correspondía al
ilustrado filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804).
Hablamos de una considerable diferencia de
años entre la existencia de uno y otro intelectual, casi dieciocho siglos, como
para que no se pueda dilucidar, o al menos intentarlo, quién la pronunció,
escribió o tradujo en realidad por primera vez. Esto es lo que he podido averiguar
sobre la locución latina y paso a contárselo empezando por el
principio.
'Sapere Aude'. Horacio
Existe total consenso a la hora de aceptar que
la originalidad de la frase, o al menos su creación escrita, corresponde
al poeta romano Quinto Horacio Flaco, más conocido como Horacio (65-8
a. C.), y aparece entre los versos 37 y 43 de la epístola segunda del
libro primero (Epistularum
liber primus) que va dirigida a
su amigo Lolius: “Dimidium facti, qui coepit, habet: sapere aude,
incipe!...”.
Vista en el contexto de la carta -donde trata
sobre los múltiples e ingeniosos procedimientos que Ulises usó en su
regreso a Troya, para superar las pruebas con las que se enfrentó- no pocos
exégetas piensan que el significado de ese ‘sapere aude’ se puede y debe
entender (basándose en un argumentario del que por ahora le privo), como un tener
juicio para valorar lo que es bueno con respecto a lo que no lo es.
Una traducción del latinajo -quizás “a la
virtud aspira”-, donde se explicita la intención moral del mensaje horaciano, que
anima a su amigo a vivir juiciosamente para alcanzar la deseada felicidad. Es decir, a tener la moral correcta para dirimir los actos.
Como puede ver se trata de un significado que se refiere, de una manera
concreta, al acto de mostrarse juicioso, no al de aprender o saber como tal. No
a la traducción ‘¡Atrévete a pensar!’ que a todos nos resulta familiar.
Aparte de su obra lírica, abro un inciso, Horacio
se adentró en otros campos de conocimientos, uno de ellos cuasi científico pues
nos ofrece una versión de la cultura humana empezando por su particular visión
del comienzo de la humanidad, que no está exenta de una finalidad moral.
Tampoco se imaginen mucho en lo que respecta a las ciencias, estamos en
el siglo I. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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