martes, 30 de julio de 2019

Apolo 11. Breve aproximación científico-técnica (12)

(Continuación) Y llega el momento de regresar al módulo lunar (ML). El primero en entrar en él es Aldrin, seguido inmediatamente por Armstrong, y ambos, nada más desprenderse de los cascos, experimentan una sensación que nadie antes nunca había sentido. Una especie de olor a pólvora, el olor de la Luna.
Acerca del olor de la Luna y el polvo selenita
Un olor de la Luna no demasiado intenso y que el propio Aldrin definió “como a carbón quemado o similar a las cenizas de una chimenea, sobre todo si derramas un poco de agua sobre ellas”. Y no es ciencia ficción. Todos y cada uno de los astronautas que pisó la Luna pudo comprobar este olor después de su caminata espacial.
Y lo compararon con situaciones diferentes -como el que queda después de una exhibición de fuegos artificiales o cuando alguien dispara una carabina- pero todas ellas relacionadas con la pólvora. Un olor que pasados unos minutos se disipaba y que desde el primer momento asociaron al polvo lunar que ensuciaba todo el traje espacial.
Un material que no es como el polvo terráqueo, dada su constitución fina, ultraseca y estar eléctricamente cargado, lo que le hace incrustarse en huecos imposibles de cepillar del casco, guantes, botas, o cualquier superficie que hubiera estado expuesta a él, por una interacción de naturaleza electrostática.
Es el polvo o regolito lunar, un material constituido mayoritariamente por el compuesto químico dióxido de silicio (SiO2), por algunos metales como hierro (Fe), calcio (Ca) y magnesio (Mg), y por minerales del tipo olivinos y piroxenos. Es decir que, por su composición química, no existe relación alguna con la pólvora, el polvo lunar no es explosivo ¿Entonces, por qué huele a pólvora?
Una pregunta que aún sigue sin respuesta, así que un misterio científico más, por ahora. Por cierto, otra propiedad sorprendente del mismo es que en la Tierra ya no huele. O sea.
Y tras el momento ‘olor a pólvora’, los astronautas se prestan a dormir algo más de cuatro horas, transcurridas las cuales y haber efectuado las comprobaciones pertinentes, encienden los motores del módulo y activan el despegue del Eagle de la superficie lunar para reunirse con el módulo de servicio Columbia. Que estaba pilotado en solitario por Collins y seguía orbitando a doscientos quince kilómetros (215 km) sobre la superficie del satélite, lo que se conoce como una órbita de aparcamiento. (Continuará)
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