viernes, 5 de julio de 2019

‘¡Vade retro me, Satana!’ (y 2)

(Continuación)  La segunda, en la Ciudad Santa sobre el alero del Templo: “Si eres hijo de Dios, tírate...”. Otra incitación, ahora a la soberbia que Jesús frena: “También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios...”. La tercera, desde una alta montaña y teniendo a su vista todos los reinos del mundo y sus glorias: “Todo esto te daré si postrándote me adoras”. Y estotra, ésta a la ambición, que es la que solventa con el tajante Vade Satana ¡Aparta Satanás! 

¡Vade retro me, Satana
Así es la expresión completa que recoge San Marcos, ¡Apártate de mí Satanás! Un enérgico rechazo a la tentación que, sorprendentemente, Jesús no emplea contra diablo ni demonio alguno, en ninguna tentación, ni en exorcismo alguno, al menos conocido por quien esto escribe.
Quien en realidad le lleva a tal estado de indignación y le hace proferir semejante expresión, es nada más y nada menos que San Pedro. Un hombre destinado, ya, a ser su sucesor. Un discípulo que teme perder al maestro y un amigo que le tienta con la idea de que abandone el horrible destino que le aguarda. Lo normal en un buen amigo.
Pero claro, ellos, Jesús y Pedro, más que amigos son maestro y discípulo, y como suele ocurrir, hasta al mejor de los maestros le suele quedar la impresión agridulce de que el alumno no ha captado lo esencial. Por eso, desesperado, le dice: “Tus miras no son las de Dios, sino las de los hombres”. Consciente de que Pedro no ha llegado a entender nada, es por lo que exasperado le espeta: “¡Vade retro me, Satana!”. Vaya con Jesús.
Del Maestro al Nobel
Y hablando de expresión agridulce, del Premio Nobel en Química de 1920, el profesor alemán H. W. Nerst (1864-1941), se cuenta que, a sus malos estudiantes, solía rogarle al finalizar sus estudios: “Por amor de Dios, no digan que estudiaron conmigo”. Vamos, que no los quería reconocer ni siquiera como alumnos, no les digo ya como estudiantes. Más humana, pero tampoco está nada mal la respuesta del químico.
Por cierto, en la fotografía lo pueden ver en la Segunda Conferencia Solvay (1913), sentado el primero por la izquierda y con el sombrero de copa en la mano derecha. Como es probable que ya sepan, me he dedicado a la enseñanza por lo que no les extrañará si les digo que, a veces, me siento muy cerca (profesionalmente hablando) de las reacciones del Maestro y del Nobel, salvando por supuesto las evidentes y enormes diferencias entre ellos y un servidor.
En fin, que les voy a contar de algunas respuestas escolares que ustedes no intuyan o hayan leído, pero de ahí a identificar al pobre Pedro con el maligno, la verdad, se me hace un abismo o como dicen algunos, es muy heavy. Aunque quizás no lo sea para el hijo de Dios, que qué sabré yo y quién es uno, además, para hacer estos juicios de valor. Sabido es que, en el asunto este de la enseñanza, un buen profesor debe parecerse lo más posible a un mal estudiante.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.



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