[Esta entrada apareció publicada el 04 de abril de 2025, en el semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
(Continuación) Que comienza durante la última extinción masiva, la del Cretácico-Paleógeno hace sesenta y cinco millones de años, cuando un meteorito de 10 km de diámetro impactó en la Tierra acabando con la era de los dinosaurios; es entonces que se oye al narrador decir “sucedió, y volverá a pasar, la pregunta es cuándo”. Y en esas estamos, tanto en el film como en la vida real, veamos.
De la ficción
cinematográfica, intentaré no destriparle el argumento, solo decirle que trata de un grupo de perforadores de plataformas
petrolíferas que son enviados por la NASA a un enorme asteroide que
amenaza con impactar contra el planeta Tierra; la idea no es otra que taladrar
su superficie, introducirle una bomba nuclear y explosionarla para así destruirlo
o al menos alterar su trayectoria.
Sin comentario, por ahora. Porque de entrada como cinéfilo y científico vayan por delante mis alabanzas, no solo llevó al cine a millones de espectadores que disfrutaron gracias a su espectacularidad, resultó ser la película más taquillera de 1998, sino que también despertó su curiosidad por la exploración espacial, a la vez que puso un toque de fino humor en este mundo científico-técnico.
Lo que no es poco,
estará conmigo. Pero hasta aquí llegan mis parabienes, y cambio la seda del
paseíllo inicial por el percal de la brega, pues a pesar de que la producción
de la película contó con la colaboración científica de la NASA, el
resultado fue un cúmulo de inexactitudes que desafían cualquier conocimiento
real sobre el espacio y los asteroides.
Y no un cúmulo
cualquiera. En opinión de no pocos exégetas ‘Armageddon’ contiene más
errores en un solo clip que fotogramas tiene el film, y es posible que no
exageren pues por ahora están contabilizados hasta 168 errores técnicos y
científicos significativos.
Lo que unido a su duración de 151 min (se podrían eliminar diez minutos sin problema alguno para la trama) y echando números, me salen del orden de poco más de un error por minuto lo que bien puede ser todo un récord que la convierta en ¿la película más imprecisa de la historia del cine? Ahí lo dejo.
No obstante, no hay
mal que por bien no venga nos dice el refrán, y en este caso nos viene que ni
pintado pues la misma NASA ha encontrado en dichas inexactitudes una
inesperada y magnífica herramienta educativa. Como lo lee.
La susodicha falta de
rigor científico la convierte en un recurso didascálico para mostrar aquellos
errores que deben evitarse en las misiones espaciales, lo que nunca, por ningún
motivo, se debe realizar; una especie de manual pedagógico para que los
astronautas sepan lo que NO tienen que hacer en el espacio.
Y aunque se trata de una película que solo busca diversión y entretenimiento, le recuerdo que la dirigió Michael Bay lo que ya da una pista de por dónde va el interés, ese priorizar espectáculo sobre realidad nunca nos debe librar de exigir un mínimo de rigor científico, al fin y al cabo, estamos en “Ciencia a la roteña” ¡Tenemos asientos de primera fila para el fin del mundo! (Continuará)
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