¿Es lo mismo un rayo que un relámpago? Pues lo cierto es que no. No son lo mismo.
Como no es menos cierto, que no es poca la confusión que existe alrededor de estos dos términos, rayo y relámpago. De ellos y de otros asociados a ellos como tormentas, centellas, truenos, rayos en bola, OVNIS, pararrayos, etcétera.
Por no hablar de un tal Benjamín Franklin y la historia de una cometa y una llave en medio de una tarde de tormenta.
Como pueden imaginar los interrogantes y las curiosidades que surgen en torno a ellos, a nadie escapa que son numerosas, a la par que electrizantes. Les adelanto algunas, pero quedo a la espera de las suyas.
¿Qué es una tormenta? ¿En qué consiste un trueno? ¿Qué son las centellas? ¿Es verdad que existen los rayos en bola? ¿Qué tienen que ver en todo esto los OVNIS? ¿Cómo funciona un pararrayos? ¿Qué historia es ésa del cometa y la llave?
Por si le interesa el tema, vamos a intentar, a partir de esta entrada, dar cumplida respuesta a cada una de ellas. Y como el movimiento se demuestra andando, empezamos aquí mismo.
Y lo hago con el que, desde el punto de vista didascálico quizás convendría comenzar. Además porque, ahora que lo pienso, es el primero de ellos desde el punto de vista fenomenológico en aparecer.
Me estoy refiriendo a la tormenta ¿Qué es una tormenta?. Y se lo intentaré plantear desde tres puntos de vista.
Mientras llega, les dejo con un vídeo de The Doors y su mítica canción Riders on the storm. Un clásico de mis tiempos.
En esta ilusión óptica hay más de veinte situaciones imposibles. Puentes en distintos niveles, columnas que soportan techo y suelo, y escaleras que suben hacia abajo.
Lo dicho. Una imagen imposible que David Macdonald logró a base de combinar cerca de 600 fotografías. Dice que le llevó unos cinco meses de trabajo. Y que es un homenaje al juego de Serpientes y Escaleras.
Se trata de una bacteria que se encuentra en los intestinos de los seres humanos y de varios animales homeotermos. También abundan en el suelo, el agua y los alimentos.
La mayoría de los brotes toxiinfectivos alimentarios producidos por esta bacteria, se deben a la ingesta de carnes que han sido sometidas a un tratamiento térmico defectuoso. Es decir poco cocinadas.
Las enfermedades que causan pueden llegar a ser fatales. Son los casos de la enteritis necrótica o la gangrena gaseosa. En esta última, el clostridio llega a provocar la destrucción de los tejidos infectados si persiste su presencia.
Son un ejemplo más de la amenaza que suponen para nosotros, esa legión de microorganismos que nos acompaña en este viaje que es la vida. Y en este caso la amenaza procede de nuestra cocina y de los alimentos mal cocinados. Así que ojo al fuego.
Postdata: Se denominan animales homeotermos aquellos que mantienen su temperatura corporal dentro de unos límites, independientemente de la temperatura ambiental. Los mamíferos y las aves pertenecen a esta categoría.
Hoy les traigo un libro por más interesante. “La física de lo imposible” del físico y divulgador científico Michio Kaku.
Con él su autor intenta que soltemos las maromas de algunos de nuestros anclados esquemas, sobre lo que es posible e imposible en el campo de la física.
No se le puede negar una buena carga de osadía al tal Kaku.
No exento de razón el controvertido científico argumenta que, en muchísimas ocasiones, se ha asegurado que algo era imposible y que, una o varias décadas después se ha demostrado su viabilidad.
Lo que se dice un planteamiento aplastante.
Y lo que es más aplastante aún. Él mismo, en su vida como científico, ha visto una y otra vez hacerse realidad cosas que para la comunidad científica eran, en principio, verdaderamente imposibles.
Por eso decide escribir el libro. Y divide los temas que va a tratar, y que en la actualidad están considerados como imposibles, en tres grandes categorías.
En la primera, aborda los temas que según él, podrían ser posibles en este siglo. Allí incluye la teletransportación, el motor de antimateria y ciertas formas de telepatía, psicoquinesia e invisibilidad.
En la segunda, trata aquellos temas que considera serán alcanzados entre un milenio y millones de años en el futuro. Aquí están la máquina del tiempo, los viajes hiperespaciales y el salto de un Universo a otro, desde los llamados agujeros de gusano.
En la tercera categoría, por último, recoge los temas más cercanos al concepto de imposible. Imposibles, pues habría que modificar los propios fundamentos de la física para que fueran realmente posibles. Identifica a la máquina del perpetuo movimiento y la precognición entre ellos.
Ya les avisé al principio. "La física de lo imposible" es un libro sumamente recomendable. Sobre todo para aquellos que quieran ir más allá del sentido común y entender el verdadero alcance de la física como ciencia.
Acaba de ser publicado en el Reino Unido, y dada su calidad es de suponer que en breve será traducido al español. Les mantendré informados.
Un ocurrente silogismo de Guillelgas, un enrocado seguidor del blog (no se pierdan su comentario), me “obliga” a salir de nuevo a la arena silogística. Acepto el reto y le ofrezco éste.
Pasa por ser una afirmación que, supuestamente, es demostrada como verdadera dentro de un marco lógico. Viene a establecer que conforme menos sepas más dinero ganarás.
Su lógica demostrativa pasa por unas premisas, un desarrollo físico matemático y una conclusión. Lo que hace pensar que va en serio.
Silogismo 11 o el del Teorema del salario
Premisas, si:
Potencia y Poder son términos equivalentes Poder es Conocimiento Tiempo es Dinero Y de Física sabemos que: Potencia = Trabajo / Tiempo
Desarrollo, entonces:
Conocimiento = Trabajo / Dinero o despejando Dinero = Trabajo / Conocimiento de modo que si Conocimiento se aproxima a cero Dinero tenderá a infinito, independiente del Trabajo hecho
Por supuesto que no. Existen muchas falsas creencias lácteas. Pero vayamos por parte, que principio quieren las cosas.
Que la leche cruda es un líquido blanco amarillento, procedente de las mamíferas domésticas y de gran importancia en la alimentación humana, desde que en el Neolítico, hace unos 8000 años, empezó a ser ordeñada, no es algo que le vaya a descubrir quien escribe en esta tribuna bloguera.
Como tampoco lo será el hecho de que nuestra especie sea la única que, de forma regular, sigue consumiéndola después del periodo de lactancia.
Pero bien pensado, son muchos los años que la leche lleva conviviendo con el hombre. Demasiados como para que no hayan surgido falsas credulidades, en torno a su consumo y propiedades.
Tras lo comentado en la anterior entrada, pocos dudaran en decir que no tienen más sentido en esta vida que el de fastidiarnos con jota. Hacer que nos acordemos de ellas de vez en cuando. Y lo cierto es que no andan muy descaminados. Pero no siempre fue así.
En su día tuvieron mucha importancia para nuestra adaptación al ambiente y nos fueron muy útiles. Aumentaban la potencia masticatoria cuando aún no preparábamos los alimentos por cocción por ejemplo, y éstos estaban más duros.
Pero con el paso de miles de años de evolución, fueron modificándose muchos elementos y estas muelas dejaron de tener alguna utilidad. Pero no desaparecieron y como otros elementos ya citados en esta categoría, quedaron como meros vestigios de la evolución humana. Vestigios que en este caso causan más mal que bien. Y esto por dos motivos.
Sabemos que los terceros molares son una compañía inútil para la especie humana, desde hace casi dos millones de años. Lo sabemos porque de esa fecha datan restos de individuos, que ya tenían unas muelas de juicio de un tamaño muy reducido. Y en China se han hallado mandíbulas de un millón de años ya sin ellas.
Como vemos un proceso muy lento y doloroso porque nuestros maxilares, los huesos que forman la mandíbula, han ido disminuyendo de tamaño, pero hemos seguido conservando el mismo número de dientes, es decir, 32.
¡He ahí la jugarreta evolutiva! La evolución de los huesos no ha ido pareja a la de los dientes. Hoy día son la primera y la segunda muela las que soportan la tarea de la masticación. Pero con una contraprestación. A cambio la mandíbula es ahora más pequeña y nuestra masa cerebral mayor. Y si algo somos es cerebro.
El otro motivo es que las muelas del juicio pueden convertirse en un foco de infección que, sin tratamiento, puede suponer la imposibilidad de tener hijos e, incluso, significar la muerte. Y dado que en la naturaleza lo dañino, lo que estorba, termina por desaparecer, resulta sorprendente que el proceso evolutivo nos la haya eliminado antes.
Como sabemos, en la evolución, lo que cuenta son los descendientes que se puedan tener. Los hijos que puedan transmitir nuestros genes a las siguientes generaciones. Entonces, ¿cómo se explica su no eliminación?
Todo hace pensar que es debida a la intervención del propio hombre. Que son los odontólogos, con su cuidado de nuestra dentadura, los responsables de que las muelas del juicio no hayan desaparecido de nuestras vidas. De modo que si hay algún culpable son ellos.
Bueno, ellos y nosotros. Las últimas estadísticas dicen que sólo el 5% de la población cuenta con un juego sano de estos terceros molares. Mea culpa.
Desde el punto de vista de la ciencia, poco tengo que decirles que ustedes de una forma u otra no sepan. Son los molares más traseros y están ubicados a cada lado de los maxilares. Pertenecen a la segunda dentición de los adultos y son los últimos dientes en aparecer.
Lo que por lo general ocurre cuando la persona tiene entre 17 y 24 años, que es cuando se supone que se comienza a tener uso de razón o juicio. Lo que no deja de ser una suposición, en algunos casos hasta osada. En cualquier caso, de ahí su nombre popular “muelas del juicio”.
Ya ven, como les dije, más bien poco.
También llamados terceros molares o cordales, como ya hemos dicho son los últimos en salir. Lo que plantea un problema. Cuando lo hacen la boca no suele tener ya suficiente espacio libre para acomodarlos. Y cuando eso ocurre pueden ocurrir varias cosas y ninguna buena.
Una, que los dientes queden retenidos. Bien atrapados por otros dientes o bien debajo de la encía, aprisionados por el mismo hueso. Poco importa eso. Son dientes retenidos que producen dolor e hinchazón en la zona.
Otra, que las muelas del juicio emerjan. Pero que lo hagan sólo parcialmente o, incluso, giradas. Lo que también pueden provocar un agrupación dolorosa y, en muchos casos, enfermedad. Como vemos un mal asunto.
Por eso, dado que los dientes extraídos antes de los 20 años tienen raíces menos desarrolladas y escasas complicaciones, se suele recomendar que las personas de entre 16 y 19 años, acudan al dentista para que el profesional evalúe la necesidad de extraer sus muelas del juicio.
Sin embargo, no a todos les salen las muelas del juicio. Hay excepciones. Se estima que un 10% de la población, entre quienes me cuento, no posee ya estas muelas y, por ende, se libra de este padecimiento. El restante 90% de la población tiene sus 32 dientes y un espacio mínimo para todos ellos, por lo que casi seguro que no se libran del padecimiento.
Así es conocida. Como la cuadrícula centelleante o luminosa. Es una variante de la de Herman.
En las intersecciones de las líneas grises parece que hay puntos blancos. Pero cuando los observa detenidamente cambian a negro. Y después a blanco. No paran de cambiar. Para marearse.
Los neurólogos consideran que esta ilusión óptica viene motivada por la influencia que ejerce el entorno de color, en el proceso que tiene lugar en ojo y cerebro, a la hora de producir la imagen final.
Sin duda el ojo es un fascinante instrumento óptico.
Seguro que lo ha oído decir en alguna ocasión o lo ha podido comprobar usted mismo. Si llueve un día que hace frío, mientras llueve y después de la lluvia, la temperatura ambiente sube. La gente dice que la lluvia atempera. Y es cierto.
No se trata de una apreciación subjetiva o de una creencia popular más. Es un fenómeno objetivo, contrastable y explicable por la ciencia, de forma relativamente sencilla y fácil de entender. De hecho se enseña en la ESO.
No es que sea fácil pero, a priori, le puedo decir que sí. Sólo necesitará un buen taladro y algo de, o mejor, bastante paciencia.
Y aun contando con ambos, si piensa realizarlo, no estará de más que tenga presente algunos detalles físicos. Les cuento.
Aspectos a considerar
1.- Uno de ellos es su longitud. Que no es ni más ni menos que el diámetro del planeta, unos doce mil setecientos cincuenta y seis kilómetros (12 756 km). Eso son muchos kilómetros.
En primer lugar convendría aclarar a qué nos referimos cuando decimos peso de la Tierra. Qué es lo que este término en realidad significa.
Empezaremos por decir que peso es el nombre que se da a "la fuerza con la que la Tierra atrae a todos los cuerpos que están en sus proximidades".
De modo que, desde el punto de vista de la ciencia, no parece que tenga mucho sentido hablar del peso de la Tierra. En sentido estricto estaríamos hablando de cuánto vale la fuerza con la que la Tierra se atrae a sí misma.
Con toda probabilidad es el organismo procarionte más estudiado por el hombre. Una bacteria que se encuentra por lo general en los intestinos animales, incluido el hombre, y por ende en las aguas negras.
Debe el nombre a su descubridor T. von Escherich, quien la describió por primera vez en 1885.
Como todo en esta vida su existencia tiene un lado positivo y otro negativo. En el primero constan la necesidad que tenemos de ellas para un correcto funcionamiento del proceso digestivo, su producción de vitaminas B y K, y su aplicación en experimentos de genética y biotecnología molecular. O sea que bien.
En el lado oscuro está su capacidad para causar infecciones intestinales y extra-intestinales por lo general severas. Ellas son las causantes de meningitis, peritonitis, infecciones del aparato excreto, mastitis, septicemia y neumonía gran-negativa. Pequeñito pero matón.
En la actualidad, pocos médicos serán los que no le afirmen de forma categórica, que las amígdalas son una parte fundamental de nuestras defensas. Que hoy día para quitarlas, los pacientes deben padecer, al menos, alguna de estas características: tener unas amígdalas grandes que le impidan respirar bien durante el sueño, padecer más de seis episodios de amigdalitis en un año o tener abcesos sospechosos. Algo que por fortuna no es muy frecuente.
Ambas, amígdalas y vegetaciones, forman parte del tejido linfoide vinculado a las mucosas. Un escudo protector que se activa cuando entra en nuestro organismo un elemento extraño; entiéndase bacterias, virus, gérmenes o cualquier otro patógeno.
Son estructuras funcionales, fundamentales en nuestras defensas. Ellas no sólo actúan de filtro, sino que activan las células que pueden luchar contra la infección. Es decir están ahí, por y para algo. Ya me conocen y saben lo que pienso al respecto. Al cuerpo humano no le sobran piezas. Es posible que contenga alguna que otra estructura sin una función concreta. Un recuerdo que ha quedado de la evolución.
Pero no hay duda de que algunos de estos tejidos y rasgos anatómicos, muchas veces menospreciados, mejoran nuestras vidas. Así que usted mismo. Pero bueno es sólo lo que yo pienso, por lo que no tiene la mayor importancia.
Sé que hay mucha gente que no piensa lo mismo al respecto y, es más, en una discusión lo catalogan de tontería. Si usted es de esa opinión pues no pasa nada. No hay que discutir. De pequeño me enseñaron que no se debe discutir con un tonto. No compensa.
Como poco te rebajarás a su nivel. Si te descuidas te ganará por experiencia. Y además, en el fragor de la discusión, corres el riesgo de que la gente no note la diferencia entre él y tú.
Casi todos, al pensar en la solución del pasatiempo propuesto, solemos tenemos en nuestra mente una visión plana de la Tierra.
Una errada simplificación de la realidad que nos impide aceptar que, tomando esas direcciones (sur, este, norte), se pueda llegar al mismo punto de partida.
No en vano asociamos esas direcciones a los meridianos, esas líneas imaginarias que trazamos de polo geográfico a polo geográfico. Y a los paralelos, esas otras líneas también imaginarias trazadas de este a oeste y que, en nuestra imagen visual, resultan perpendiculares entre sí.
De modo que conforman un cuadrilátero. Razón por la que nuestro osos no puede llegar al mismo punto de partida. Se queda en el tercer vértice del cuadrilátero.
Sin embargo, a pesar de lo que parezcan decir algunas evidencias, la Tierra no es plana sino esférica. O con forma de pera o de patata, no hay problema. Para el caso es igual.
Lo importante es que los meridianos se juntan todos en los polos. Observen la zona del Polo Norte y verán que ahí, meridianos y paralelos, se cortan pero formando un triángulo.
En este lugar del planeta la triangulación de las líneas permiten ir al sur, después al este y más tarde al oeste, para acabar donde se empezó la andadura.
En el resto del globo se formarían cuadriláteros y sería imposible que, con tan solo esas tres direcciones, se volviera al punto de partida. Y es que, a pesar de las evidencias, la Tierra no es plana.
Luego, sí es posible que el oso retorne al mismo punto. Respecto a la segunda pregunta, ¿de qué color es el oso? Bueno, el oso es blanco. Qué si no.
Si está en el Polo Norte, es un oso polar y por ende blanco. Blanco y en botella.
Junto con la observación de la temperatura corporal y el pulso del enfermo, el estudio de la orina fue, durante siglos, uno de los únicos medios que un médico tenía para valorar a su paciente. Un escaso bagaje para un informe médico objetivo.
En el cuadro de Jaan Steen/1661 titulado “La visita del doctor”, se observa cómo el doctor toma el pulso a la enferma mientras una doncella sostiene un recipiente que contiene la muestra de orina tomada.
Al igual que existe un calendario cósmico, ya han sacado también un reloj cósmico. Para que luego digan.
Y es que vivimos en una sociedad profundamente dependendiente de la ciencia y tecnología, y en la que nadie sabe nada de estos temas. Lo que no deja de ser una fórmula segura para el desastre.
Fue publicado en 1977 y galardonado con el Premio Pulitzer de novela al año siguiente en 1978. En él, su autor Carl Sagan nos ofrece su idea del Calendario Cósmico.
El título completo del libro es 'Los dragones del Edén: Especulaciones sobre la evolución de la inteligencia humana'.
Uno de sus primeros libros de divulgación del conocimiento científico, que suele ser utilizado como referente en algunos cursos de introducción a la ciencia.
En el libro, Sagan combina los campos de la evolución biológica, la antropología, la genética y las neurociencias para ofrecer una perspectiva de cómo evolucionó la inteligencia humana. Aunque su interés va más allá.
Astrofísico de profesión, lo que le interesa es la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Por eso estudia la evolución del hombre. Para tener una mejor idea de cómo se podría dar la inteligencia en el universo.
Aunque no duda en afirmar: “A veces creo que hay vida en otros planetas, y a veces creo que no. En cualquiera de los dos casos la conclusión es asombrosa”. Asombroso Sagan.
En su intento de difundir la ciencia, explora desde la prehistoria hasta la época actual, indagando en la evolución del ser humano en función de su legado genético y de la evolución del cerebro.
También analiza las aportaciones de las investigaciones en torno a la capacidad discursiva racional de otros animales. Incluso se mete con el papel que han desempeñado los ordenadores en el conocimiento de los mecanismos de nuestro cerebro.
El concepto de Calendario Cósmico fue una original idea del conocido astrónomo estadounidense Carl Sagan (1934-1996). Un pionero en el campo de la Exobiología, destacado promotor del famoso proyecto SETI (Búsqueda de vida inteligente extraterrestre) y reconocido divulgador científico.
Un intento pedagógico para hacer comprender la velocidad relativa con la que se sucedieron los hechos desde que se formó el Universo, hace unos quince mil millones (15 000 000 000) de años. Demasiados ceros para ser retenidos y demasiada cantidad para ser aprehendida.
Una cifra inimaginable para nosotros simples mortales, cuya vida apenas sobrepasa los ochenta (80) años y que necesitamos contar el tiempo por meses, días, horas, minutos e incluso por segundos.
Pues bien, en ese empeño de aproximarnos a semejante cantidad de tiempo, no se le ocurrió otra cosa que comprimir todo ese tiempo en un solo año terrestre. Lo que él llamó un “año cósmico” y desde entonces es conocido como el “Año cósmico de Sagan”.
“Año Cósmico de Sagan”
Echando números en este calendario cósmico, en el que Sagan comprimió los quince mil millones de años de existencia del Universo en un año terráqueo de 365 días, resulta que cada 1 000 millones de años reales del universo corresponden a 24 días de nuestro inventado año cósmico.
O lo que viene a ser lo mismo. Cada segundo de éste representa 500 años de la historia del hombre en la Tierra. Porque de acuerdo con la proporcionalidad de este calendario, toda la historia humana transcurre en el último minuto, de la última hora, del último día, el 31 diciembre, del año cósmico.
No olvidemos que si el Universo tiene quince mil millones (15 000 000 000) de años de edad, la Tierra tiene sólo cuatro mil quinientos millones (4 500 000 000) de años y el hombre apareció hace unos cuatro millones (4 000 000). Lo dicho, el último minuto del año cósmico. Lo que nos da una idea de nuestro papel en él. Por más que se empeñen algunos, el universo no fue hecho a la medida del hombre. Tampoco es que le sea hostil. Simplemente le es indiferente.
Sagan dividió este calendario en tres grandes etapas diferenciadas. Una. Las fechas precámbricas, que comprenden los once primeros meses del año. Otra. El mes de diciembre. Y el último día del año cósmico. De modo que si el 1 de enero a las cero horas hubiera ocurrido la gran explosión y el 31 de diciembre a las 24 horas fuera el día de hoy, éste sería un resumen de los eventos más significativos ocurridos:
01 enero: La gran explosión (Big Bang) 01 mayo: Origen de la Vía Láctea 09 septiembre: Origen del Sistema Solar 14 septiembre: Formación de la Tierra 25 septiembre: Origen de la vida 02 octubre: Formación de las rocas más antiguas conocidas en la Tierra 09 octubre: Fecha de los fósiles más antiguos encontrados 12 noviembre: Plantas fotosintéticas productora de oxígeno O2 (g)
01 diciembre: La Tierra desarrolla una atmósfera con oxígeno
31 de Diciembre: 23:00:00 Aparece el Homo sapiens. 31 de Diciembre 23:59:00 El hombre comienza a vivir en la Edad de Piedra. 31 de Diciembre 23:59:52 Surge el Imperio Babilonio. 31 de Diciembre 23:59:56. Estamos en los tiempos de Jesús y del emperador romano Augusto. 31 de Diciembre 23:59:59. Cristóbal Colón descubre América. 31 de Diciembre 24:00:00 Tiempo presente.
Sagan estimó que entre el último segundo del primer año cósmico y el primero del segundo año, se podrían ubicar la expansión de la ciencia y la tecnología, el surgimiento de una cultural global, los primeros pasos en la exploración espacial y la búsqueda, por ahora sin éxito, de inteligencia extraterrestre.
Poco tiempo como podemos ver. Un detalle más de la insignificancia de nuestra existencia comparada con la del Universo. Por hacer una comparativa, vendría a ser como la vida de un mosquito, que suele ser bastante menos de un día, comparada con la nuestra que podemos cifrar en ochenta años.
Una insignificancia temporal sólo comparable con la espacial. El volumen que ocupamos en el universo equivaldría al que un átomo ocupa en un océano. O sea nada.
O lo que es lo mismo: ¿Se puede más ir allá del polo norte?
No andan muy descaminados si piensan que la pregunta tiene toda la pinta de ser una pregunta-trampa.
Pero no lo es. Aunque eso sí, no lo es por muy poco.
Lo que sí es una pregunta retórica. Verán por lo que se lo digo.
Si recordamos, el polo norte geográfico es ese punto del horizonte que en el hemisferio norte de la esfera terrestre, su perpendicular pasa por la Estrella Polar.
Ya les adelanto que son más de los tres archiconocidos, a saber: sólido, líquido y gas.
En concreto son seis los estados físicos de la materia admitidos a día de hoy.
Pero hay que empezar aclarando lo que, en ciencia, se entiende por materia.
Este concepto está asociado con todo aquello que nos rodea y que podemos percibir por los sentidos.
Es de lo que está hecho el Universo: el aire, las rocas, los mares, las plantas, los animales, etc. Todo.
Y además sabemos que la materia se presenta con distintas formas. Que no siempre son distinguibles y diferenciables a simple vista.
En ciencia, a estas formas se las denominan estados físicos o estados de agregación, porque nos dan una idea de cómo están unidos o agregados sus componentes fundamentales, sean éstos moléculas, átomos, iones, etc.
Y no hay ningún error en su número. En la actualidad el hombre admite la existencia de, por ahora, seis (6) estados para la materia:
1.- Sólido 2.- Líquido 3.- Gas 4.- Plasma 5.- Condensado de Bose-Einstein 6.- Condensado fermiónico (de Fermi).
(Continuación). Llegados a este punto, sólo me queda una última hipótesis científica para la naturaleza de la Estrella. Una triple conjunción de los planetas Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis.
Y un fenómeno más: triple conjunción
Tuvo lugar a mediados de mayo, final de setiembre comienzo de octubre y a comienzos de diciembre del año 7 a.C., y estuvo seguida del agrupamiento cercano (amasamiento) que, en el año 6 a.C., tuvieron Marte, Júpiter y Saturno, de nuevo en la constelación de Piscis.
Es otra magnífica hipótesis que ya propuso Johannes Kepler hacia 1604. Pero con un inconveniente. Al igual que las nova, una conjunción no se mueve, como al parecer hizo la Estrella.
Y hasta aquí puedo llegar. Por desgracia no quedan más hipótesis científicas.
Desde el punto de vista astronómico, y dada su frecuencia, visibilidad, altura, duración, fugacidad, etcétera, distintos fenómenos celestes como estrellas fugaces, bólidoscelestes, eclipses, planetas, el Sol, la Luna, etcétera, resultan ser hipótesis científicas poco probables para nuestra Estrella. Así que descartados.
Por supuesto ni mentarles la del OVNI, en su acepción más “magufa”. Una especulación inapropiada en este enrocado contexto, pero ya saben que “Donde la especulación es la regla, el infinito es el límite”.
No. La Estrella no es ninguno de los anteriores. Pero hay más fenómenos en el cielo.
(Continuación). Los Reyes Magos de Oriente o simplemente los Reyes Magos.
Es el nombre con el que la tradición popular denomina a los visitantes que, tras el nacimiento de Jesús, habrían acudido desde países remotos para rendirle homenaje y entregarle regalos de gran riqueza simbólica.
Digo por tradición porque el evangelio sólo habla de magos y en ninguna parte se indica que fueran reyes. En realidad es bien poco lo que el Evangelio de Mateo menciona sobre los sabios de Oriente.
En Mateo (2:1-12) el autor del evangelio nos dice: "Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del Rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?".
(Continuación). No es una cuestión de gusto el asunto de la mula y el buey en el establo. Aunque les resulte increíble, ningún evangelio narra la escena en la que estos animales adoran a Dios recién nacido. Como se lo digo.
Mateo cuenta, de forma somera, la adoración de los Reyes Magos y no los nombra. Y Marcos ni siquiera dice lo más mínimo de toda la infancia de Jesús.
Tampoco Lucas, cuando nos describe el nacimiento en el pesebre y la adoración de pastores y Reyes Magos, hace la menor mención de ellos.
No. No hay ni mula ni buey en los evangelios. Pobres animales.
Donde únicamente se habla de animales es en un evangelio apócrifo, el PseudoMateo. Una narración en la que se pretende dar credibilidad a dos supuestas profecías sobre Jesús.
Una, de Isaías (1:3) : “El buey ha conocido a su dueño y el asno el pesebre de su señor”. La cita es correcta pero la verdad es que su interpretación es libre. Puede leerse de muchas formas y en cualquier sentido, ya que está descontextualizada. Así que, según deseos.
La otra, una presunta profecía de Habacuc (3:2) : “... te manifestarás entre dos animales”. Lo cierto es que esa cita nunca existió. Perdón. Bien dicho existe. Solo que no dice eso.
Hubo un elemental error de traducción, ya que en verdad dice: “...en medio de los tiempos”. Un lamentable error.
Luego la bucólica escena de los animales no es más que un error. Un error envuelto en un deseo, cubierto por una leyenda y todo dentro de una creencia.
Si les digo: Rojo, amarillo y … seguro que algunos de ustedes sabrían continuar. Por si no es así se lo digo: Rojo, amarillo y ... verde.
Se trata de la coletilla de 'El auto nuevo', una de las canciones infantiles más conocidas de los Payasos de la Tele.
Ya saben a quienes me refiero, a los grandes, a Gaby, Fofó y Miliki.
Claro que de esto hace ya tiempo, algo más de 30 años. Lo mismo algún que otro lector ni había nacido.
Lo que no hace al caso porque lo que importa son los colores de la canción: rojo, amarillo y verde.
Los mismos del semáforo que controla el tráfico automovilístico y nuestra seguridad.
Educación vial, niños, televisión y música. Todos juntos. Qué cosa. Pensándolo bien es extraordinario.
Pedagogía infantil en manos de televisivos payasos cantores ¡Y nuestros padres tan tranquilos! Claro que eran otros tiempos.
Unos en los que no parecía que nada malo podría pasar viendo televisión ¡Igualito que hoy!
Educación vial en tres colores, sin aparente esfuerzo didáctico por parte de los educadores, ni dificultad cognitiva por parte de los educandos. Una maravilla docente.
Qué pena que en la vida, otras cosas no nos resulten tan fáciles de aprender. Y eso que muchas de ellas son cuestión también de tres opciones. Incluso de dos.
Pues bien, a pesar de ello nos equivocamos. Algo que no pasa con la canción: Rojo, amarillo y... ¡verde!
Ésa es la cadencia de un cambio de colores que se nos quedó grabada. Ésa es la semiótica que está escrita en nuestro córtex. De manera indeleble. Gracias a la canción de Gaby, Fofó y Miliki.
Una cadencia a la que, por desgracia, hay que hacerle una objeción docente.
En la vida real, la secuencia de colores de un semáforo es al revés. Verde, amarillo y rojo.
Sólo es un detalle, pero ahí está. En fin, todo sea por la rima musical. Porque, como los propios payasos dirían:
Ya hemos comentado en otras calendarias entradas que el originario calendario romano se dividía en sólo diez (10) meses.
Y que fue el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, quien lo adaptó al año solar agregándole dos meses más.
Pues bien enero fue uno de ellos.
En principio era el undécimo mes del año aunque en el siglo I a.C., con la reforma de Julio César que estableció el Calendario Juliano, y pese a su oposición, pasó a ser considerado como el primer mes.
Su nombre antiguo era Ianuro, en honor al dios Jano, que era el protector de puertas y umbrales. De comienzos y finales, entradas y salidas, de cualquier actividad. Y así el 1 de enero los romanos ofrecían sacrificios a Jano para que bendijera el nuevo año.
Su representación habitual era bifronte, esto es, con dos caras mirando en sentidos opuestos. Hacia Este y Oeste, lugares por donde sale y se pone nuestra estrella, el Sol. También se la solía representar con una vara y una llave.
Los romanos, tan alegóricos ellos.
Enero, el mes dedicado a la divinidad Jano, el primer mes de nuestro actual calendario.