(Continuación) Es lo primero que se ha venido a la cabeza ante la imagen del interior del edificio, y es que es como una “cuarta pared”, ya sabe, esa expresión del siglo XVIII que describe una pared invisible e imaginaria que separa la vida de los personajes del espectador que los observa, sea en el entorno que fuere: teatro, serie de televisión, película de cine, videojuego o, como en este caso, un cómic.
En concreto la fachada seccionada del edificio del
que ya se imagina la dirección, y que literalmente desaparece dejando al
descubierto las tripas de su comunidad, permitiendo ver tanto las estancias
comunes del bloque como los pisos particulares y, claro está, lo más mollar,
una parte de la vida íntima de los moradores con sus divertidos y estrafalarios
devenires diarios.
Es la total exposición de los personajes al más absoluto
e inevitable diálogo con el lector, de ahí la expresión “romper la cuarta
pared”, figurativamente hablando, un fuera todo aquello que separa al
público de lo que ocurre en la escena de un teatro, ¿una precuela cómica de la cuarta
dimensión física?
O como cuando abrimos la casa en miniatura de muñecas para entretenernos con lo que hay en su interior y cuyo objetivo, diseño y público ha ido evolucionando con el tiempo. Le dejo con lo que ya sabe del edificio y la macro viñeta, ocupa toda una página completa, donde la intimidad de sus habitantes queda al descubierto ante el ojo curioso, ¿algo“voyeur”?, del lector. ‘¡Ah! Me gustaría haber sabido dibujar ¡Todavía estoy a tiempo!’. (Continuará)
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