(Continuación) Y un librepensador republicano que a pesar de su abierta hostilidad contra el imperio autoritario hizo una rápida, brillante y fructífera carrera ya que fue también químico vegetal, historiador, docente, político, académico, prolífico autor, en fin, una existencia con crestas y valles como todas, pero polígrafa y fructífera como pocas, como muy pocas.
Fue el primero en destacar la relación entre los microorganismos
del suelo y las plantas, una interacción que permite por ejemplo a las
leguminosas, a través de sus raíces, tomar directamente el nitrógeno
atmosférico, N2 (g). No me diga que no ve por dónde va la
punta agrónoma del asunto.
Y aunque en su primera juventud, Marcellin, se
interesó por la filosofía y después fue alumno de medicina, no tardó en
dedicarse por completo tanto a la química empírica como a la histórica, pues
investigó la de los antiguos griegos y los alquimistas, contribuyendo a
esclarecer el desarrollo de esta disciplina, tanto desde el punto de vista científico
como del filosófico. Aquí hay vínculo.
...,
fructífero y generoso
Además, publicó más de seiscientas obras y memorias sobre compuestos orgánicos, síntesis, termoquímica y otros temas, como su conocido “credo científico” (‘No quiero que la química degenere en una religión; No quiero que el químico crea en la existencia de átomos como el cristiano cree en la existencia de Cristo en la hostia de la comunión’).
Lo dicho un fructífero polígrafo, por cierto, Berthelot
se negó a patentar sus métodos de síntesis, lo que ya se puede imaginar le
habría reportado una gran, gran, fortuna, pero ése era su pensamiento al
respecto; una actitud que no le permitía acumular riquezas de esa forma, por
resultarle indigna y mezquina.
Por sus descubrimientos, honradez personal y profesional,
entrega familiar, clarividencia científica y dignidad humana a lo largo de una
vida entera, recibió gran número de honores, se le entregaron numerosos
premios, recibió no pocos nombramientos académicos y desempeñó importantes
cargos políticos al más, más, alto nivel.
“La
desconocida del Panteón”
En 1859, con treinta y dos años, el joven católico Marcellin conoció en un salón matemático de la época a la que sería su esposa, la protestante y también química Sophie Niaudet, con quien tuvo seis hijos y un matrimonio feliz a pesar de las discrepancias religiosas. Cuando ella enfermó gravemente él estuvo a su lado, dándose la circunstancia que al morir ella él lo hizo tan solo unos minutos después, a causa de una crisis cardíaca. Si eso no es amor...
Le dejo con su hija Camille que escribió a su marido: “Todo ha terminado después de cuatro horas para mamá y también para papá. Se fue a dormir al canapé del salón y tras un cuarto de hora sin conocimiento se apagó”.
Desde entonces Sophie y Marcellin yacen juntos en el Panteón de
París, él como reconocimiento a sus múltiples méritos científicos, históricos
y políticos, lo normal; ella, bueno, ella es la primera mujer, y creo que la única,
enterrada allí en “homenaje a su virtud conyugal”. No es de extrañar que para
muchos sea “la desconocida del Panteón”.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue publicado el 18
de noviembre de 2024, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario
digital Sevilla Actualidad.
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