(Continuación) No todo es cruz pues la dopamina es también la causante de que seamos más o menos competitivos, de que nos esforcemos por cumplir objetivos o de que nos defendamos ante un peligro físico. O sea que bien por la hormona.
Y por si le parece poco lo implicado en la fase
dopamínica, sepa que es solo la primera de una terna, pues resulta que con el
tiempo el cerebro deja de liberar cantidades significativas de esta hormona en
respuesta a la misma persona. A todo se acostumbra uno y se termina por perderle
el punto.
Lo que nos lleva a un estado de amor más
independiente, estable y, por qué no decirlo, más sano, y como las estaciones
astronómicas, que duran justo lo que tarda en llegar la siguiente, entra en
suerte bioquímica, una nueva hormona. ‘El amor, ese estado de imbecilidad
transitoria’, al orteguiano decir de nuestro filósofo de la capital.
Oxitocina: química y bioquímica
O del apego emocional, no me diga que continua mal lo que empezó como atracción y recompensa. Desde el punto de vista químico la oxitocina es un péptido de nueve aminoácidos (nonapéptido) de fórmula molecular C43H66N12O12S2, que ni se me ocurre nombrársela, pero cuyo nombre es probable lo tenga asociado a dos de sus funciones bioquímicas como hormona, más conocidas.
Producida normalmente en el cerebro actúa
primero estimulando el músculo liso del útero, hacia el final del embarazo,
durante el parto y después del parto; en estos periodos, este órgano de la pelvis
femenina es más sensible al efecto de la oxitocina, aumentando la amplitud y
frecuencia de las contracciones uterinas; después estimula la liberación de
leche materna durante la lactancia.
En relación con la pareja y como es sabido, conforme
avanza la relación, la inicial euforia causada por la dopamina disminuye dando
paso a una nueva sensación, ésta de conexión y apego, que es mucho más
profunda.
Es una situación de estabilidad emocional protagonizada por la oxitocina, una neurohormona producida en el hipotálamo y liberada por la hipófisis posterior.
Del contacto físico
Esta hormona se genera en grandes cantidades durante
el contacto físico -en especial en situaciones de intimidad, como abrazos,
besos y otras propias de las relaciones sexuales- y se une directamente a
receptores tanto en la amígdala como en el núcleo accumbens.
Es dicha unión la razón por la que las personas
experimentamos sentimientos relacionados con el apego y la confianza o bien la
reducción del miedo, el estrés o la ansiedad. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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