domingo, 16 de marzo de 2025

DCPS. Cartela de Berthelot en el Laboratorio Municipal de Sevilla (1)

Es la tercera entrega “cartelera” de las que ya le adelanté existen doce más una con nombre de científico, implantadas en las tres fachadas de este edificio destinado desde hace algo más de un siglo al servicio de la Salud Pública en Sevilla. 

Por si está interesado, se lo recuerdo: una es la cartela de Ramón y Cajal en la fachada de la calle María Auxiliadora, orientada al noroeste; otra es la de Ehrlich en la calle Salesianos, al comienzo de la esquina redondeada del edificio; y estotra, la que nos trae hoy, la dedicada al magnífico químico y algo polímata, el parisino Marcellin Berthelot (1827-1907), en la fachada de la calle Doctor Relimpio.

Figura fundacional de la química orgánica

Destacar en primer lugar que tras buena parte del ingente trabajo investigador de Berthelot se encuentra un antañón sueño de antañones filósofos griegos, el de creer que todo el universo proviene de algunos elementos primordiales, o quizá de uno solo, por qué no, y considerar que es posible constituir por síntesis cualquier sustancia química partiendo de ellos. 

Y así es como nuestro hombre consigue sintetizar y estudiar en el laboratorio numerosos compuestos del carbono que seguro le sonarán de la química bachillera, sirvan de ejemplo hidrocarburos, alcoholes, ácidos o glicerinas, por citar algunos. En este sentido cabe destacar sus trabajos de síntesis sobre metano (CH4), acetileno (C2H2), benceno (C6H6), alcohol etílico (C2H6O), ácido fórmico (CH2O2) o naftaleno (C10H8)

Es más, hacia 1860, el joven Marcellin pudo demostrar que los compuestos orgánicos hasta entonces conocidos estaban formados solo por carbono (C), hidrógeno (H), oxígeno (O) y nitrógeno (N), tal era ya el nivel de la química, entonces conocida como orgánica.

Materialismo mecanicista frente a vitalismo

Por supuesto que con tal proliferación de síntesis de compuestos del carbono en el laboratorio se refutaba, de todas, todas, la extendida y errada creencia de que solamente los organismos vivos, por la acción de una supuesta “fuerza vital”, podían producir tales tipos de compuestos. 

Viejas creencias creacionistas conocidas como vitalismo, una teoría protocientífica según la cual los organismos vivos, animados, se caracterizaban por poseer un “impulso vital” que los diferenciaban drásticamente de las cosas inanimadas, no vivas; un impulso que no está sujeto a las leyes fisicoquímicas naturales, algo sobrenatural. 

Un error que vino a ser subsanado por lo que se da a conocer como materialismo mecanicista, que en principio arranca con la tempranera síntesis en 1828 de la urea o carbamida, de fórmula molecular CO(NH2)2, por el alemán Friedrich Wöhler (1800-1882).  

Una urea existente hasta ese momento solo en la orina, el sudor o la materia fecal, pero que sin embargo se acababa de sintetizar artificialmente a partir de materiales inorgánicos y sin la participación de ningún organismo vivo. Así que no era cierto que los productos químicos constituyentes de los organismos vivos fueran esencialmente diferentes de los de la materia inanimada. Craso error. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 18 de noviembre de 2024, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.

 

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