Es decir que estamos ante uno de los pioneros
del pensamiento científico moderno, uno de los padres del empirismo, cuya
influencia fue decisiva en el desarrollo del método científico hasta tal punto
que nuestro personaje que no era químico -dicha materia como tal no existía aún-
está considerado como un gran impulsor de esta disciplina.
Tan relevante fue su influencia científica en el desarrollo posterior de la química, a partir de su alejamiento de la alquimia, que es de justicia recordarlo. Por cierto, no sé si sabe que nuestro hombre murió por culpa de un pollo, la nieve y su enraizado empirismo. Como lo lee.
Entre Bacon anda el juego
Por último, destacar lo obvio, no debemos
confundirlo, por un involuntario lapsus gramatical y temporal del que nadie
está libre, con el otro Bacon que seguro estoy le está rondando por la cabeza,
el filósofo, (proto) científico, teólogo y nigromante inglés Roger Bacon
(1214-1294), el franciscano del siglo XIII conocido por el sobrenombre de Doctor Admirable
(‘Doctor Mirabilis’, en latín).
El mismo que inspirándose en el filósofo,
polímata y científico griego Aristóteles (384-322 a. C.) y en algunos autores
árabes posteriores como el físico y astrónomo árabe Alhacén (965-1040), fue un entusiasta defensor
del empirismo y un pionero del método científico moderno en detrimento
de la escolástica. Un posicionamiento intelectual a tener en cuenta y que
tenía lo suyo, dado los tiempos que corrían. Precaución.
Bueno, pues no le canso más con esta máxima supuestamente
pronunciada por el profeta musulmán de mediados del primer milenio, cuando en
realidad lo fue por un filósofo inglés también de mediados de milenio, pero del
segundo.
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