Es la llamativa
expresión que en 1993 acuñó la historiadora de
ciencias estadounidense Margaret W. Rossiter (1944), para referirse a ese particular tipo de ‘prejuicio en contra de reconocer los logros
de las mujeres científicas, cuyo trabajo a menudo se atribuye a sus colegas
masculinos’. Una expresión cuya
existencia se remonta tan solo a final del siglo pasado, pero que refleja una
situación que en realidad existe desde varios siglos atrás.
De hecho, para
ejemplificar este efecto, la historiadora cita nada menos que a Trotula de Salerno, médica italiana del siglo XII, la primera ginecóloga
y autora de varios libros que al morir ella, fueron atribuidos a médicos y
científicos, hombres quiero decir. Vamos que la cosa viene de largo.
Pero con el paso
del tiempo, la lista de mujeres a las que el sistema de recompensas de la
ciencia trató injustamente por su sexo no dejó de
crecer, y hubo muchas más: Gerty
Cori, Nettie Stevens, Marie Curie, Marthe
Gautier, Lise Meitner, Marietta
Blau, Rosalind Franklin, Mary
Whiton Calkins o Jocelyn Bell Burnell por citar solo algunas de las más conocidas.
Todas y cada una
de ellas sufrieron el olvido consciente y sistemático de sus aportaciones científicas
e investigadoras por el mero hecho de ser mujer y es que, desde siempre, el
papel de la mujer en la ciencia ha pasado desapercibido o, como poco, reducido a secundario.
Una discriminación de género del todo injusta para ellas y para la ciencia, una
perversión sin duda.
¿Y por qué lo llamó así?
Todo apunta a que
lo hizo en honor a la sufragista y activista abolicionista neoyorkina Matilda Joslyn Gage (1826-1898) quien, a final del siglo XIX fue la primera
persona en identificar y denunciar la invisibilización de las mujeres y sus
méritos, en diferentes contextos y ámbitos. Incluso llegó a hacerlo en la
propia Biblia.
Y lo hace en su ensayo de 1870 Woman As Inventor (La mujer como inventora),
siendo esta defensora de los derechos de las mujeres, la primera en hacerse eco
de este hecho discriminatorio.
De modo que Rossiter volvió a poner negro sobre blanco la labor reinvindicadora llevada a
cabo por Gage más de un siglo antes, con la que describía y definía la falta de
estima y consideración que han sufrido las aportaciones de las mujeres en el
ámbito de la ciencia.
Sin embargo,
visto en perspectiva, el ‘efecto Matilda’ de la Rossiter no es más que un
corolario, una consecuencia de un sucedido anterior y en el que se inspiró en
parte para la expresión del nombre. Como seguro sabrán en esta vida siempre hay
alguien que va por delante de uno para cualquier cosa, cualquiera, sea ésta la
que sea, y el alguien del nuevo sucedido le puso de nombre ‘Efecto Mateo’.
‘Efecto Mateo’ y Merton
Una expresión que
fue acuñada por el sociólogo estadounidense Robert King Merton (1910-2003) para describir la menor consideración que recibían los trabajos y las
obras de escritores, científicos o artistas no conocidos, en comparación con
los trabajos similares en importancia, de otros ya consagrados o famosos. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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