(Continuación) Una
socióloga estadounidense de apenas 25 años, Harriet Zuckerman (1937), especializada en sociología de la ciencia, que en la primera mitad de
la década de los 60 estaba realizando su tesis doctoral sobre determinadas características
personales y profesionales de la élite del mundo de la ciencia.
Y en este
contexto entrevistó a científicos estadounidenses ganadores del premio Nobel por sus investigaciones quienes, mayoritariamente, le reconocieron el
papel determinante que jugaron en la consecución del laureado galardón, el
trabajo y las aportaciones de los jóvenes investigadores que formaban parte del grupo
y con los que trabajaban a la par, codo con codo.
Una paridad laboral
que sin embargo, a la hora de los reconocimientos se rompía, ya que la
comunidad científica les otorgaba todo el mérito a los investigadores de
renombre, ninguneándolos a ellos. Vamos calcadito a las palabras del evangelita
“A todo el que tiene se le dará…”.
De ahí que
Zuckerman, entre otras conclusiones, planteara en su tesis la idea de que la
menor visibilidad de los científicos e investigadores con menor adjudicación de
méritos, se debía a las relaciones
estructurales que se imponían en los
grupos de investigación. Así lo expuso en la defensa que realizó de la misma en 1965 y que, como
tantas otras tesis, pasó desapercibida para dormir el sueño de los justos.
Los que no
durmieron, o lo hicieron muy poco tiempo, fueron los resultados en ella
expuestos, de los que Merton se apropió y utilizó en la identificación, explicación
y definición de su, nada desapercibido, ‘efecto Mateo’ y en el que las aportaciones
de Zuckerman fueron bastante más que fundamentales. El sociólogo hizo lo que en
artillería se conoce como un tiro por elevación, utilizado para evitar
obstáculos, influido sin duda por una perversión del ‘efecto Matilda’. Ya, soy consciente de los muchos efectos implicados
en esta saga, pero es que es así.
Efecto perverso matildero
De su perversidad, así
como de su a menudo, incluso hoy, grado de invisibilidad, nos da buena prueba
el hecho de que el propio Merton sucumbió al mismo. Y el trabajo doctoral de Harriet Zuckerman en absoluto fue reconocido de forma pública
por el sociólogo ya que el nombre de ella solo aparecía en las notas a pie de
página del susodicho artículo de 1968.
Precisamente el año en el que Merton se separó de su mujer y pasó a
compartir su vida con Zuckerman, que es lo que tiene el roce que hace el cariño
y en este caso, como trabajaban codo con codo, pues no dejaban de rozarse y el
cariño creció hasta llegar al matrimonio, eso sí, veinticinco años después, en
1993. ‘Mucho te quiero perrito, pero…’.
Lo digo porque es el mismo año en el que Rossiter sacó a la luz pública
el “olvido” de reconocimiento de él acerca de la parte de autoría de ella,
vamos lo ocurrido en el transcurso de la definición del ‘efecto Mateo’ y tras
hacerlo fue cuando, públicamente, Merton
reconoció que aquel artículo debería haberlo firmado en coautoría con ella ¿Casualidad?
¿Coincidencia? ¿Acción enemiga? puede ser, pero quede claro que estas cosas a
veces pasan. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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