lunes, 21 de abril de 2025

DCPS. Calle Luis Vives (y 2)

(Continuación)                        Periplo europeo: Oxford, Brujas

Durante este tiempo Vives mantiene contacto intelectual con Tomás Moro que le llevó en 1523 a enseñar en la Universidad de Oxford, el centro progresista del Renacimiento inglés y donde ostenta una cátedra desde la que defiende la gramática, la poética y la retórica contra el lenguaje abstracto de los escolásticos.

Una docencia que compagina por orden de Enrique VIII, con la labor de ser preceptor de la princesa María Tudor y lector de la reina Catalina de Aragón, a la vez que actúa de consejero en la Corte inglesa, siempre del lado de la reina y en pos de la convivencia pacífica entre España e Inglaterra.

Una convivencia que se tambalea al plantearse la cuestión del divorcio real en 1527 y en la que, al igual que Moro, se opone al mismo poniéndose de parte de Catalina pero sin atreverse a dar la cara contra Enrique, su mecenas por otro lado; resultado final, tuvo que regresar a Brujas en 1528.

Una ciudad en la que vive los últimos doce años de su vida -llega a considerarla como su propia patria- en compañía de su esposa Margarita con quien se había casado en 1524 durante su estancia en Inglaterra, y donde escribió tres de sus obras más importantes De disciplinis, De ratione dicendi y De anima et vita.

Un humanista afable

Y en Brujas murió de un proceso reumatoide el 6 de mayo de 1540, quien fuera uno de los personajes claves del humanismo europeo y reformador de los ideales educacionales. Su influencia sobre la Europa del Renacimiento fue tal que a él acudieron a consultarle los más influyentes artífices de la Reforma protestante y de la Contrarreforma católica.

También fue tutor y educador de muchos nobles que ocuparon puestos de responsabilidad en la monarquía de Carlos V; le decía lo de “humanista amable” porque de sus escritos se desprende una idea que, en mi prescindible opinión, es magnífica.

Sencillamente la de no tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos, en realidad una herencia del escepticismo antiguo que defendía la mesura frente al conocimiento acumulado, siempre hay que volver a los clásicos.

En su opinión nada ni nadie es más que nadie y nada, de modo que la dialéctica “no es más” que otras disciplinas como la medicina o la retórica, ni la experiencia es menos que la teoría; por otro lado el valenciano tenía en gran estima el consejo de su amigo Tomás Moro, ‘Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse’. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 16 de diciembre de 2024, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.

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