viernes, 25 de agosto de 2023

‘Efecto isla de calor’, Urban Heat Snapshot

(Continuación) En el último estudio publicado por la consultora internacional Arup, especializada en desarrollo sostenible, Urban Heat Snapshot (2023), se reflejan a nivel internacional algunos datos cuantitativos sobre dicho ‘efecto isla de calor’, y por desgracia no salimos bien parados en esta infortunada lista, de hecho nos llevamos la palma.

Según los mismos el “centro” de Madrid tiene una temperatura media que excede en ocho coma cinco grados Celsius, 8,5 ºC, a la de su periferia; una diferencia térmica (∆t) que la pone en la cabeza de otras principales ciudades del mundo como El Cairo, Londres (∆t = 4,5 ºC), Los Ángeles, Bombay (∆t =7 ºC) y Nueva York (∆t = 4,5 ºC). La mayor “isla de calor” del mundo.

Para la toma de datos de este efecto en cada una de estas urbes, recuerde provocado por los materiales urbanos, se han utilizado Inteligencia Artificial (IA) e imágenes por satélite que han cartografiado los focos de calor más extremos en 150 km2 de cada centro urbano.

Y la interpretación de los mismos ha corrido a cargo de la herramienta de análisis digital UHeat, que evaluó las diferencias de temperatura entre barrios durante los días más calurosos en 2022.

Concretando en nuestra capital se ha comprobado que el efecto de la vegetación se hace evidente incluso en el mismo centro de la ciudad, donde se midieron oscilaciones entre las temperaturas de más de 8 ºC: en el centro urbano de Madrid, la temperatura era casi 8 °C superior a la de la Casa de Campo, con un 72 % de vegetación, situado a poca distancia.

Unas variaciones de temperatura que también son notables durante la noche, cuando la energía térmica retenida por los materiales de construcción, como el cemento o el asfalto, durante el día se libera a la atmósfera aumentando la temperatura ambiente.

Un fenómeno que puede provocar problemas a la hora de conciliar el sueño muchas personas, lo que incrementa su estrés, y de salud, sobre todo, niños y ancianos.

Para la zona estudiada de Madrid, en dicho informe se detectó también la existencia de 313 000 mayores de 65 años y 178000 menores de 15 años que vivían en un “punto caliente”, con picos de calor de hasta 7 ºC o más, respecto a otras zonas periféricas menos urbanizadas, lo que suponía riesgos para su salud.

Es lo que trae el haber excluido a la naturaleza, hormigonado y asfaltado nuestras calles y construidos edificios que obstruyen los canales naturales de ventilación, al diseñar nuestras ciudades, que las han hecho mucho más calurosa. Y ahí está el reto urbanístico que tenemos por delante, una forma creativa de desplegar de nuevo, el potencial de la naturaleza.

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