(Continuación) En el último estudio publicado por la consultora internacional Arup, especializada en desarrollo sostenible, Urban Heat Snapshot (2023), se reflejan a nivel internacional algunos datos cuantitativos sobre dicho ‘efecto isla de calor’, y por desgracia no salimos bien parados en esta infortunada lista, de hecho nos llevamos la palma.
Según los mismos el “centro” de
Madrid tiene una temperatura media que excede en ocho coma cinco grados Celsius,
8,5 ºC, a la de su periferia; una diferencia térmica (∆t) que la pone en la cabeza
de otras principales ciudades del mundo como El Cairo, Londres (∆t = 4,5 ºC), Los Ángeles,
Bombay (∆t =7 ºC) y Nueva York (∆t = 4,5 ºC). La mayor “isla de calor” del mundo.
Para la toma de datos de este efecto en cada una de estas urbes, recuerde provocado por los materiales urbanos, se han utilizado Inteligencia Artificial (IA) e imágenes por satélite que han cartografiado los focos de calor más extremos en 150 km2 de cada centro urbano.
Y la interpretación de los mismos ha
corrido a cargo de la herramienta de análisis digital UHeat, que evaluó
las diferencias de temperatura entre barrios durante los días más calurosos en
2022.
Concretando en nuestra capital se
ha comprobado que el efecto
de la vegetación se hace evidente incluso en el
mismo centro de la ciudad, donde se midieron oscilaciones entre las
temperaturas de más de 8 ºC: en el centro urbano de Madrid, la temperatura era
casi 8 °C superior a la de la Casa de Campo, con un 72 % de vegetación, situado
a poca distancia.
Unas variaciones de temperatura que también son notables durante la noche, cuando la energía térmica retenida por los materiales de construcción, como el cemento o el asfalto, durante el día se libera a la atmósfera aumentando la temperatura ambiente.
Un fenómeno que puede provocar problemas
a la hora de conciliar el sueño muchas personas, lo que incrementa su estrés, y de salud, sobre todo,
niños y ancianos.
Para la zona estudiada de
Madrid, en dicho informe se detectó también la existencia de 313 000 mayores de
65 años y 178000 menores de 15 años que vivían en un “punto caliente”, con
picos de calor de hasta 7 ºC o más, respecto a otras zonas periféricas menos
urbanizadas, lo que suponía riesgos para su salud.
Es lo que trae el haber excluido a la naturaleza, hormigonado y asfaltado nuestras calles y construidos edificios que obstruyen los canales naturales de ventilación, al diseñar nuestras ciudades, que las han hecho mucho más calurosa. Y ahí está el reto urbanístico que tenemos por delante, una forma creativa de desplegar de nuevo, el potencial de la naturaleza.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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