viernes, 15 de mayo de 2020

El hijo del panadero (y 2)

(Continuación) Durante los tres días que Pavarotti permaneció en la ciudad se alojó en el Hotel Colón y comió de todo lo quiso y más en ‘El Burladero’, o sea que bien. Cuentan que al llegar a Sevilla afirmaba a todo el que le quería oír, que el jamón de Jabugo no era mejor que el “prosciutto di Parma”, de hecho, hasta se empestilló en una apuesta. La misma que no dudó en reconocer haber perdido, nada más probar el primer bocado del producto onubense.
También visitó ‘Sebastián’ donde descubrió las acedías y las puntillitas, todo de Isla Cristina, e igualmente comió hasta la saciedad. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que el gran divo en Sevilla comió como cantó. Hasta hartarse. Después se marchó en el mismo jet privado que lo trajo. Cosas de divos.
‘Nessum Dorma’. Es el aria del acto final de la ópera ‘Turandot’ de Giacomo Puccini -estrenada el 25 de abril de 1926 en La Scala de Milán- y que podemos traducir como “Que nadie duerma”. Sigue a las palabras de la princesa Turandot, quien pide que nadie duerma hasta averiguar el nombre del desconocido príncipe, Calaf, el mismo que ha lanzado el reto por el que, si no es descubierto, la fría princesa se casará con él. Con el canto, el futuro esposo muestra su certeza de que los esfuerzos por descubrir su nombre serán en vano, y hasta aquí le cuento.
La BBC incluyó esta aria en su cobertura de la italiana Copa Mundial de Fútbol de 1990, y en poco tiempo alcanzaba el número 2 de la lista de singles en el Reino Unido, lo nunca conseguido por una grabación clásica. Era la canción por excelencia del tenor italiano y la cantó en su última actuación, al final de la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Turín 2006, donde recibió la mayor y más larga ovación de la noche. Estremecedora como el final de su aria: “All'alba vinceró! vinceróóóóóóóó! vinceeeeeeeeeeeeeróóóóóó!”. Una maravilla.
Música y medicina. Según un estudio de finales de la primera década de este siglo XXI llevado a cabo por el doctor Luciano Bernadi en la Universidad de Pavia (Italia), escuchar cierto tipo de música como la ópera, podía ayudar a reducir el ritmo cardíaco y la presión arterial. Todo parece indicar que enardecedoras melodías operáticas, como el ‘Nessun Dorma’ de Puccini con sus múltiples crescendos y diminuendos, es la mejor música para el corazón.
Se constató que cada crescendo musical (aumento gradual en la intensidad musical) producía una excitación en el organismo que provocaba un estrechamiento de los vasos sanguíneos subcutáneos con el consiguiente aumento de la presión arterial y los ritmos cardíaco y respiratorio. Por el contrario, los diminuendos (disminución gradual en la intensidad de la música) causaba relajación, lo que a su vez hacía disminuir la presión arterial y los ritmos cardíaco y respiratorio.
Es más, según este estudio publicado en Circulation, revista de la Asociación Estadounidense del Corazón, óperas como ‘Turandot’ cantada por nuestro Pavarotti, pueden ayudar en la rehabilitación de los pacientes que han sufrido un derrame cerebral. Es posible que estemos ante un hallazgo importante para entender cómo podemos utilizar la música en la medicina de rehabilitación. Así que de la mano van ópera y medicina, arte y ciencia, es decir, Humanidades, que es lo que hacemos los humanos.
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