(Continuación) Durante los tres
días que Pavarotti permaneció en la ciudad se alojó en el Hotel Colón y
comió de todo lo quiso y más en ‘El Burladero’, o sea que bien. Cuentan que al
llegar a Sevilla afirmaba a todo el que le quería oír, que el jamón de
Jabugo no era mejor que el “prosciutto di Parma”, de hecho, hasta se
empestilló en una apuesta. La misma que no dudó en reconocer haber perdido,
nada más probar el primer bocado del producto onubense.
También visitó ‘Sebastián’ donde
descubrió las acedías y las puntillitas, todo de Isla Cristina, e igualmente
comió hasta la saciedad. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que el gran
divo en Sevilla comió como cantó. Hasta hartarse. Después se marchó en el mismo
jet privado que lo trajo. Cosas de divos.
‘Nessum Dorma’. Es el aria del acto final de la ópera ‘Turandot’
de Giacomo Puccini -estrenada el 25 de abril de 1926 en La Scala de
Milán- y que podemos traducir como “Que nadie duerma”. Sigue a las palabras de
la princesa Turandot, quien pide que nadie duerma hasta averiguar el nombre del
desconocido príncipe, Calaf, el mismo que ha lanzado el reto por el que, si no
es descubierto, la fría princesa se casará con él. Con el canto, el futuro
esposo muestra su certeza de que los esfuerzos por descubrir su nombre serán en
vano, y hasta aquí le cuento.
La BBC incluyó esta aria en
su cobertura de la italiana Copa Mundial de Fútbol de 1990, y en poco
tiempo alcanzaba el número 2 de la lista de singles en el Reino Unido, lo nunca
conseguido por una grabación clásica. Era la canción por excelencia del tenor
italiano y la cantó en su última actuación, al final de la Ceremonia de
Apertura de los Juegos Olímpicos de Turín 2006, donde recibió la mayor y
más larga ovación de la noche. Estremecedora como el final de su aria:
“All'alba vinceró! vinceróóóóóóóó! vinceeeeeeeeeeeeeróóóóóó!”. Una maravilla.
Música y medicina. Según un estudio de finales de la primera década
de este siglo XXI llevado a cabo por el doctor Luciano Bernadi en la
Universidad de Pavia (Italia), escuchar cierto tipo de música como la ópera, podía
ayudar a reducir el ritmo cardíaco y la presión arterial. Todo parece indicar
que enardecedoras melodías operáticas, como el ‘Nessun Dorma’ de Puccini
con sus múltiples crescendos y diminuendos, es la mejor música
para el corazón.
Se constató que cada
crescendo musical (aumento gradual en la intensidad musical) producía una excitación
en el organismo que provocaba un estrechamiento de los vasos sanguíneos
subcutáneos con el consiguiente aumento de la presión arterial y los ritmos
cardíaco y respiratorio. Por el contrario, los diminuendos (disminución
gradual en la intensidad de la música) causaba relajación, lo que a su vez hacía
disminuir la presión arterial y los ritmos cardíaco y respiratorio.
Es más, según este
estudio publicado en Circulation, revista de la Asociación
Estadounidense del Corazón, óperas como ‘Turandot’ cantada por nuestro Pavarotti,
pueden ayudar en la rehabilitación de los pacientes que han sufrido un derrame
cerebral. Es posible que estemos ante un hallazgo importante para entender
cómo podemos utilizar la música en la medicina de rehabilitación. Así que de la
mano van ópera y medicina, arte y ciencia, es decir, Humanidades, que es lo que
hacemos los humanos.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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