[Esta entrada apareció publicada el 8 de abril de 2020, en la
contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden
leer]
Hasta ocho sucedidos
extraordinarios nos cuentan los libros sagrados que acompañaron, en su
crucifixión y muerte, a Nuestro Señor Jesucristo. Para algunos creyentes
no son sino otros tantos argumentos de su naturaleza divina, distintas
evidencias y pruebas que, supuestamente, nos hablan del carácter sobrenatural
del Hijo de Dios. Ya, pero, ¿de qué son evidencias? ¿Cuál es la realidad
que prueban? Y en cualquiera de los casos, ¿qué tienen que ver unas y otras con
la verdadera fe?
En lo que respecta a
las evidencias, los sagrados testimonios escritos lo cierto es que
ayudan poco o nada, más bien propician la confusión diría yo. Los Evangelios,
por ejemplo, no se ponen de acuerdo y discrepan no ya en las palabras que Jesús
pronunció en la cruz, sino en las supuestas anomalías y extraordinarios
fenómenos geológicos, meteorológicos y astronómicos que acompañaron a su muerte:
“La cortina del santuario se rasgó; “La tierra tembló”; “Muchos cuerpos de
santos que habían muerto resucitaron”; “Se hizo la oscuridad sobre la Tierra”;
“Las tumbas se abrieron”; “Las rocas se rajaron”.
Por otro lado llama la
atención que Juan, el único apóstol que al parecer estuvo presente en la
crucifixión, no refiera en su evangelio ninguno de estos fenómenos. Él sólo nos
dice que Jesús “reclinando la cabeza, entregó el Espíritu”, nada más. Pero es
que tampoco se mencionan en el resto del Nuevo Testamento o en las
crónicas de la historia contemporánea, es más, ni siquiera Flavio Josefo,
historiador de la familia de Herodes, deja constancia de ellos en su
obra. Precaución con lo que creemos.
No obstante, desde el
punto de vista de la ciencia, uno de los supuestos fenómenos puede ser
investigado, no es otro que el de las horas de oscuridad, consecuencia según
unos de un eclipse de Sol y según otros de un eclipse de Luna. ‘Ergo
habemus’ prueba. Hubo un eclipse total de Sol, visto además desde
Palestina, pero por desgracia fue a las 8:58 h de la mañana del 24 de noviembre
del 29 d. C., por lo que las fechas no casan. Todo apunta a que los
evangelistas asociaron el simbolismo catastrófico de este eclipse total solar con
la crucifixión y muerte de Jesús, y relataron esos dos hechos como simultáneos,
aunque no lo fueran en realidad.
Una conexión que si
queda en el terreno de lo puramente religioso, cumple su función a la
perfección, pero fuera de este contexto carece de sentido pues, no sólo soporta
con dificultad un simple análisis crítico, escéptico, racional y científico,
sino que además no tiene importancia alguna frente a la fe cristiana. Caución
con el valor de la prueba. Le dejo con el santo de Hipona, tan propio él para
estas cosas, ‘Creer es aceptar, pero hay que seguir pensando’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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