Con las mismas precauciones de la homónima
entrega, ‘Top ten’ de científicos [CR-57], relativas al espacio de la
columna, tiempo de lectura, subjetividad de realización y mi miedo gemelar, con
las mismas, les ofrezco ahora la correspondiente lista femenina. Que también
existe. Porque si hasta no hace mucho, han sido pocas las mujeres que, de
manera oficial, han contribuido notoriamente a la ciencia, no es porque
ellas sean inferiores a los hombres, en cualquiera de esos atributos que,
supuestamente, debe poseer quien se dedique a la investigación científica. No,
claro que no. Vaya tontuna de idea.
Ellas están igual de capacitadas, solo que
las circunstancias sociales y las condiciones laborales a las que han estado
sometidas a lo largo del tiempo, les han obligado a permanecer (casi) siempre
detrás del padre, el hermano, el tutor o el jefe. Y no sigo por ahí, dada la
obviedad del asunto y el tamaño de la perogrullada, pasando mejor a exponerle
este, más que selecto club de científicas, aunque con una diferencia con
respecto al masculino.
Como es posible que algunas no les suenen
-máxime si su formación, la de usted amable lector, no es científica-, acompaño
su nombre con una breve referencia descriptiva, volviéndole a advertir que su
orden no tiene ningún valor, salvo el de la cómoda disposición temporal.
Hipatia de Alejandría (370-416), filósofa neoplatónica, matemática y astrónoma. Sophie Germain
(1776-1831), matemática francesa destacada en la teoría de números. Ada
Lovelace (1815-1852), matemática inglesa pionera en programación informática.
Marie Curie (1867-1934), física francesa descubridora de la
radiactividad. Lise Meitner (1878-1968), física nuclear austríaca
descubridora del protactinio. Rachel Carson (1907-1964), crucial
ecologista estadounidense. Dorothy Crowfoot Hodgkin (1910-1994), química
pionera en la aplicación de rayos X en bioquímica. Rosalind Franklin
(1920-1958), biofísica inglesa fundamental en el conocimiento del ADN. Jane
Goodall (1934), primatóloga inglesa especializada en chimpancés. Y Jocelyn
Bell (1943), astrofísica británica descubridora del pulsar.
Y como estoy tan convencido de que muchas
de ellas les suenan, como seguro de que no coinciden al cien por cien conmigo y
hasta echan en falta a algunas, por si podemos llegar a un acuerdo les ofrezco
una “manita” más.
Mary Anning (1799-1847), paleontóloga inglesa pionera en identificar un esqueleto de
ictiosauro. Emmy Noether (1882-1935), matemática alemana a la que Einstein
consideraba como la mujer más importante en la historia de las matemáticas, no
les digo más. Inge Lehmann (1888-1993), sismóloga danesa primera en
afirmar que el núcleo terrestre tiene parte sólida y líquida. Cecilia Payne
(1900-1979), astrónoma autora de “la más brillante tesis doctoral escrita
nunca en astronomía”. Y Barbara McClintock (1902-1992), genetista
estadounidense Premio Nobel de Medicina en 1983. Les dejo con la Beauvoir,
‘El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció publicada el 31
de octubre de 2019, en la contraportada del semanario Viva Rota,
donde también la pueden leer.
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