domingo, 24 de noviembre de 2019

‘Efecto Matilda’ [CR-62]

Es la llamativa expresión que en 1993 acuñó Margaret W. Rossiter para referirse a ese particular tipo de ‘prejuicio en contra de reconocer los logros de las mujeres científicas, cuyo trabajo a menudo se atribuye a sus colegas masculinos’. Y lo hizo en honor a la sufragista Matilda J. Gage quien, a finales del XIX, fue la primera persona en denunciar la invisibilización de las mujeres y sus méritos, en diferentes contextos y ámbitos. Incluso llegó a hacerlo en la propia Biblia.
Sin embargo, visto en perspectiva, el ‘efecto Matilda’ no es más que un corolario, una consecuencia de un sucedido anterior y en el que se inspiró, el bíblico ‘efecto Mateo’. Una expresión acuñada por el sociólogo Robert K. Merton para su ensayo de 1968, donde describía la menor consideración que recibían los trabajos de los científicos (hombres) no conocidos, en comparación con los trabajos similares en importancia, de otros ya consagrados o famosos.
Una discriminación que ya no es por razón de género como en el ‘efecto Matilda’, sino por algo tan paradójico como la popularidad del científico en cuestión, y cuyo nombre tomó del Evangelio de Mateo, donde podemos leer una aseveración de lo más inquietante: ‘A todo el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará’. Caramba con el santo.
Ya, pero es que tampoco le fue a la zaga el científico, quien resulta que utilizó la tesis doctoral de una joven de su departamento, Harriet Zuckerman, a la que por supuesto no reconoció la coautoría en el ensayo. Como mucho su nombre aparece en las notas a pie de página del artículo. Una prueba de lo perverso e invisible que puede resultar el ‘efecto Matilda’.
El sociólogo sólo reconoció la coautoría un cuarto de siglo después, cuando Harriet y Robert contraen matrimonio, ¿coincidencia?, porque han de saber que el año del ‘efecto Mateo’ es el mismo en el que Merton se separó de su mujer y pasó a compartir su vida con Zuckerman, ya se sabe que el roce hace el cariño, estamos hablando de 1993.
Precisamente el mismo año en el que la Rossiter sacaba a la luz el “olvido” del reconocimiento de él acerca de la autoría de ella, ¿casualidad? ¿coincidencia? Una inacción que él justificó arguyendo que ambos, en aquél entonces, no fueron conscientes de las desigualdades de género presentes en la época. Ya, puede ser, o es que ‘a la fuerza ahorcan’ que diría otro. Mujer, ciencia y discriminación, o del ‘efecto Mateo’ al ‘efecto Matilda’ sin solución de continuidad. Por cierto, el nombre completo de éste era ‘Efecto Harriet/Matilda’, pero la universal ley de la economía se muestra siempre inexorable. ‘¡La ciencia necesita a las mujeres!’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció publicada el 15 de noviembre de 2019, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer.



1 comentario :

Alfredo Sánchez dijo...

¿Podría desarrollar estos efectos Matilda y Mateo? me parecen de los más ilustrativos dados los tiempos que corren. Enhorabuena por el blog.