Una situación de la que es metáfora el epatante sucedido de la vendedora de castañas entre otros, porque lo que está fuera de toda duda es que la estancia española de Albert Einstein, entre el 22 de febrero y el 15 de marzo de 1923, se convirtió en un acontecimiento cultural y social que sobrepasó lo estrictamente científico.
Es así como lo refleja la prensa de la época, con unas crónicas
de la visita que se podrían calificar de surrealistas, al centrarse en lo
folclórico y relegar lo científico como, por otro lado, no podía ser de otra forma
dado lo que de avanzadas eran las teorías relativistas y de muy difícil
comprensión.
Ortega y Bagaría
Y a la que Ortega y Gasset, que hablaba alemán, contestó
que con la fe religiosa algo de capa caída, él era el nuevo mago oficiante de un
incipiente credo, capaz de someter a los mismos y naturales fenómenos
astronómicos, los que siempre habían tenido algo de fenómenos sobrenaturales y religiosos.
De ahí esas conferencias repletas de gente deseando escuchar al oráculo de la
nueva ciencia de la que no comprendía nada de nada.
Una ignorancia de la que es buen reflejo una viñeta cómica
del ilustrador Luis Bagaría para el diario El Sol (una entre otras
muchas), en la que un niño mantiene este diálogo con su padre:
– Padre, ¿hay alguien más sabio que Einstein?
– Sí hijo, el que le entiende. Una fina ironía acerca de la incomprensión general que producían las teorías del científico alemán.
“No dejó
ninguna huella”
Es lo que afirma Glick de la influencia que tuvo, desde
el punto de vista científico, el paso de Einstein por España, quizás el aspecto
más sobresaliente del mismo. Prácticamente casi nadie de los oyentes comprendió
la teoría de la relatividad debido a su dificultad, algo por otra parte de lo más
esperable dado que su complejidad ya había afectado incluso al mismo jurado del
Premio Nobel. (Continuará)
[*] Introduzcan
en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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