(Continuación) Y almuerza en el Hotel Universo con el pianista alemán Emil Saüer, a cuyos postres brinda con ¿cava? por su cumpleaños y una rondalla le canta y baila una jota que, al decir de la prensa emocionó al genio hasta el punto de abrazar y besar con entusiasmo en la frente a una de las joteras. Un gesto entre admirativo y paternal.
Poco después, sin solución de continuidad y en el “rápido”
de la tarde, los Einstein abandonaban Zaragoza rumbo a Madrid, tras cincuenta
horas de permanencia en ella; una estancia en la que, aparte de lo mollar, las
intervenciones científicas, también hubo una buena dosis de componente social (visitas
turísticas, concierto en el consulado alemán, zarzuela, cumpleaños, rondalla de
jotas) que sin duda les complacieron.
Einstein, prensa, pueblo
y científicos
De ésta, el Heraldo de Aragón publicaba: “Por el
desgaire simpático de su traza y por su hermosa cabeza de revueltos cabellos
grises, más que un pensador germano parece un artista latino”.
Y en El Noticiero se explicitaba un perfil del hombre
más prosaico: fumaba mucho, no bebía alcohol ni café, dormía de nueve a once
horas diarias y volvió a destacar, una vez más, la importancia científica de Ramón
y Cajal. En fin, esas cosas que gustan de saber a la gente en general.
Pero de Albert, el hombre, esa era otra cuestión, se
trataba de una celebridad mundial a la que todo el mundo conocía y reconocía
por la calle. Albert o Alberto, como algunos periodistas castellanizaron
el nombre. O sea que.
Y de las primeras otro tanto, como nos muestra el texto del pie del dibujo de Tatito para Heraldo, encabezado con un “Después de las conferencias”. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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