viernes, 12 de mayo de 2023

Centenario de Einstein en España, 1923. Cincuenta horas en Zaragoza: miércoles 14 de marzo

(Continuación) Y almuerza en el Hotel Universo con el pianista alemán Emil Saüer, a cuyos postres brinda con ¿cava? por su cumpleaños y una rondalla le canta y baila una jota que, al decir de la prensa emocionó al genio hasta el punto de abrazar y besar con entusiasmo en la frente a una de las joteras. Un gesto entre admirativo y paternal.

Poco después, sin solución de continuidad y en el “rápido” de la tarde, los Einstein abandonaban Zaragoza rumbo a Madrid, tras cincuenta horas de permanencia en ella; una estancia en la que, aparte de lo mollar, las intervenciones científicas, también hubo una buena dosis de componente social (visitas turísticas, concierto en el consulado alemán, zarzuela, cumpleaños, rondalla de jotas) que sin duda les complacieron.

Einstein, prensa, pueblo y científicos

Como ya ocurrió en Barcelona y Madrid, la prensa escrita de la capital zaragozana se hizo eco de la visita con abundantes reseñas, muchas de ellas en clave de humor, tanto de sus conferencias relativistas como de su vida social.

De ésta, el Heraldo de Aragón publicaba: “Por el desgaire simpático de su traza y por su hermosa cabeza de revueltos cabellos grises, más que un pensador germano parece un artista latino”.

Y en El Noticiero se explicitaba un perfil del hombre más prosaico: fumaba mucho, no bebía alcohol ni café, dormía de nueve a once horas diarias y volvió a destacar, una vez más, la importancia científica de Ramón y Cajal. En fin, esas cosas que gustan de saber a la gente en general.

Del impacto que la visita produjo entre la gente común, más de lo mismo a lo ya visto en otros lugares: de Einstein, el físico, casi nadie entendía nada de lo que explicaba en sus charlas (el comentario más generalizado era del nivel de: ‘No entiendo casi nada, pero ¡qué bonito es!’). O sea.

Pero de Albert, el hombre, esa era otra cuestión, se trataba de una celebridad mundial a la que todo el mundo conocía y reconocía por la calle. Albert o Alberto, como algunos periodistas castellanizaron el nombre. O sea que.

Y de las primeras otro tanto, como nos muestra el texto del pie del dibujo de Tatito para Heraldo, encabezado con un “Después de las conferencias”. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

 


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