(Continuación) Le unimos, por el otro, lo que la neurociencia nos muestra, que nuestras decisiones están tomadas antes de que seamos conscientes de ellas, entonces estará conmigo que la cosa no va bien, nada bien, y que empieza a tomar un color que diríamos “azul oscuro casi negro”. Un color que a veces no reconocemos y suele cambiar.
“Azul oscuro casi negro”
Y lo hace porque depende de la misma luz, onda electromagnética,
del cristal, cuerpo transparente, y de nuestros propios ojos, no como órgano de
visión sino como actitud o predisposición bajo la que lo miremos.
Resulta que, además de un color, también se trata de un estado de ánimo, de un recordatorio de que solemos equivocarnos y, a veces, nos avisa de que las cosas no son del color con el que las vemos. Visto tal que así, el mal, o bien es una banalidad o bien es un invento tranquilizador; vamos que es cualquier cosa con tal de que justifique nuestro odio y nuestro miedo.
Entonces, si es así ¿existe el mal? ¿y la libertad? ¿existe Dios? ¿Están interrelacionados estos tres conceptos? Ya ve que no ando muy descaminado o, como diría el castizo, “pintan bastos” en alusión a una circunstancia desfavorable o una situación mala. Un dicho de origen incierto, aunque con seguridad vinculado a los naipes de la baraja española en la antigüedad.
Pequeña adenda cinematográfica y filosófica
Una referencia tan solo de la primera, por la sinonimia
con la comedia dramática estrenada en 2006 y dirigida por Daniel Sánchez
Arévalo, y un pequeño inciso de la segunda adición, acerca del holandés Baruch
Spinoza.
De quien ponemos negro sobre blanco que está
considerado como uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del
siglo XVII, junto al francés René Descartes (1596-1650) -es heredero
crítico del cartesianismo-, y el alemán Gottfried Leibniz (1646-1716).
Y recordar, claro, la einsteniana y religiosa cita (Creo en el Dios de Spinoza, que se nos revela en la armonía que rige a todos los seres del mundo, no en el Dios que se implica en los destinos y acciones de los hombres).
En su peculiar visión de Dios, el genial físico relativista
lo identificó con la misma Naturaleza, lo que deja en el aire una duda ante tal
identificación, ¿es el mal un ente o un ser abstracto que se encarna?
¿Es el mal un ente o ser abstracto que se encarna?
Lo planteo por doble motivo. Uno. No son pocos los
que así lo piensan, cuando ven a alguien considerado malo, muy malo, un malo malote;
un malo que, desgraciadamente, mola, un malo molón. Dos, no podemos, no debemos,
minimizar la metamorfosis que ha vivido el mal desde el Romanticismo y que lo
ha hecho más fascinante y atractivo para algunos.
¿Qué tienen que decir a todo esto las artes y las ciencias? ¿Demonios somos todos? ¿Quiénes son o han sido algunos de esos malos malotes? Le dejo ‘En el límite del mal (el límite del mal) / Te esperaré’. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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