jueves, 29 de septiembre de 2022

DCPS. Calle Siracusa (1)

Se trata de una travesía peatonal, provista de pequeñas plazas distribuidas a lo largo de sus 182 m de longitud, que discurre entre la calle de la Ada y la calle Jericó y pertenece al popular Polígono de San Pablo, barrio C (41007), edificado entre 1974 y 1976 o sea a finales del tardofranquismo. 

Una vía con el nombre de la ciudad siciliana, un famoso centro cultural en la Antigua Grecia que, además, está relacionada con no pocas personas relevantes en la historia de la humanidad. Entre ellas nuestro personaje de la semana pasada quien nació, vivió buena parte de su vida y murió de manera violenta en ella. 
Me refiero al polímata Arquímedes, de cuyos sobresalientes logros ya “cienceamos” algo, pero del que “no dijimos ni mu” acerca de algunas de sus reconocidas y reconocibles frases: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, “¡Eureka! ¡Eureka!” o “Noli tangere circulos meos”. Imperdibles.

“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo…”

Sin duda toda una cita mítica que refleja el orgullo de un hombre, el del primero en comprobar vía empírica una idea ya conocida por Aristóteles y antes por Platón, a saber: una pequeña fuerza aplicada a un brazo muy largo de una palanca puede equilibrar, e incluso superar, una gran fuerza que actúa sobre el otro brazo muy corto.

Ella sola representa el entusiasmo de Arquímedes de Siracusa (287-212 a. C.), la figura más eminente del período alejandrino y el mayor matemático y “mecánico” de la antigüedad, que se hace realidad al funcionar la máquina por él construida. 

Un párrafo, no obstante, sobre el que en puridad convendría hacer algunas puntualizaciones acerca del propio sucedido palanquero, la autoría de la máquina y la precisión de la frase. Empezaremos por lo primero, que principio quieren las cosas.

En vivo y en directo

Cuando el siracusano desarrolló su ley de la palanca y comprendió la capacidad de trabajo que esta máquina otorgaba al ser humano, escribió rápidamente a su pariente y amigo el rey Hierón II comunicándole, no sin cierto orgullo, que gracias a la mecánica se podría levantar cualquier peso.

Cualquiera por grande que éste fuera y con una fuerza mucho, mucho, menor, ¡ay, es nada!, a lo que el rey le contestó que muy bien, pero quería saber cuándo podría ver tal proeza; ni que decirle que a nuestro hombre le faltó tiempo para responder, que sin problemas.

Resultó que por esos días se encontraba en el dique del puerto y casi listo para ser botado el ‘Siracusa’, un navío de tres mástiles y cincuenta metros de eslora, todo un gigante para esos tiempos, cuya construcción él mismo había supervisado. Lo que le vino de perlas. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 16 de mayo de 2022, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.



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