domingo, 19 de septiembre de 2021

Marte silente, errante y resiliente: Ciencia griega (y 4)

(Continuación) Unos datos incompatibles con el aristotélico modelo geocéntrico, de trayectoria circunferencial y rapidez uniforme, y que, para más inri, no son los únicos que esta teoría no explicaba; tampoco lo hacía con la variación de tamaño y la luminosidad de ciertos “planetas”.

Movimientos retrógrados: Epiciclos y deferentes

De ahí que, en el siglo II, el alejandrino Ptolomeo perfeccione el sistema de órbitas propuesto por el griego Hiparco (190-120 a. C.), que a su vez había sido formulado originariamente por Apolonio de Perga a finales del siglo III a. C. (Nihil novum sub sole, del clásico)

El mismo por el que los planetas realizaban pequeños movimientos circunferenciales, epiciclos, alrededor de un punto imaginario que se desplazaba alrededor de la Tierra, recorriendo una circunferencia perfecta, deferente.

Un modelo que no solo permitía explicar mucho mejor las variaciones, en velocidad y dirección, del movimiento aparente de la Luna, el Sol y los planetas (trayectorias elípticas), y en particular la ya comentada retrogradación de Marte. Sino que, añadiendo más epiciclos, era posible describir cualquier pequeña anomalía que el modelo no hubiera predicho correctamente. O sea que no silentes pero sí errantes.

Almagesto, 148

Toda esta obra colectiva la recogió Ptolomeo en el Almagesto (148), que pasó a ser el tratado oficial sobre la astronomía occidental durante los catorce siglos siguientes. Compuesto de trece (13) volúmenes, en él aparece el orden de los “planetas” vistos desde la Tierra, conforme aumenta la distancia: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno y las estrellas fijas.

Y también otros cuerpos celestes que los griegos conocían, como: la constelación de la Osa Mayor o la de Orión, entre muchas otras; el cúmulo estelar Pléyades o la estrella Sirio. Sin duda alguna, llama poderosamente la atención, la exactitud de los valores astronómicos obtenidos por estos observadores.

Ponen de manifiesto una extraordinaria capacidad de medida pues, en algunos casos, no desmerecen a los obtenidos con los avances de la tecnología actual. No es de extrañar por tanto que, desde un punto de vista histórico, la astronomía griega estuviera dominada por Aristóteles y Tolomeo.

Ellos aportaron unas ideas sobre el cosmos y concibieron un modelo mecánico (geocéntrico) acerca de su estructura y funcionamiento que, a pesar de ser incorrecto, llegó a dominar el pensamiento científico durante casi dos milenios.

En pleno auge del Renacimiento

Para que fuera descartado, hubo que esperar al prusiano Nicolás Copérnico (1473-1543) y su revolucionaria teoría heliocéntrica solar, publicada en su libro De revolutionibus orbium coelestium (1543), punto de partida de la astronomía moderna. (Continuará)

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