(Continuación) Dicho modelo fue propuesto en el siglo II por el polifacético griego Claudio Ptolomeo (100-170), de ahí que sea conocido también como geocentrismo ptolemaico, y era capaz de reproducir, con bastante exactitud, los movimientos de los “errantes” sobre el fondo de las estrellas fijas.
Una inestimable prestación
astronómica y náutica que le hizo prevalecer durante la Edad Antigua y Media.
Por cierto, matizaba unas
líneas más arriba la prevalencia mayoritaria de la teoría geocéntrica, cuyos principios
básicos se remontan al propio Aristóteles y otros filósofos griegos, pero
ha de saber que no era única ni exclusiva.
Entre geocentrismo ptolemaico y heliocentrismo
copernicano
No debemos pasar por alto que ya en el siglo III a. C., el astrónomo y matemático griego Aristarco de Samos (310-230 a.C.) defendía una idea bien diferente y práctica. Según él los movimientos observados en el cielo resultaban más sencillos de explicar, si se consideraba al Sol quieto y el resto de los planetas (incluida la Tierra) girando a su alrededor.
Y aunque no andaba
descaminado el griego, su modelo ya heliocéntrico, dejaba cuestiones por
resolver; le dejo con un par de ellas: ‘Si la Tierra se mueve ¿por qué no
apreciamos su movimiento?, ¿cómo es que no observamos el paralaje estelar?’.
Como seguro sabe, hubo que esperar dieciocho siglos para que llegara su momento.
Algo que ocurrió a
mediados del siglo XVI, con el astrónomo prusiano Nicolás Copérnico
(1473-1543) y su revolucionaria teoría heliocéntrica del sistema
solar de 1543. Pero esa es otra historia que dejaremos por ahora en busca de respuesta,
al más puro estilo pirandelliano.
Astronomía marciana griega
Marte, desde tiempos inmemorables, ha fascinado a la Humanidad. Una atracción que se remonta a 4500 años atrás y es debida, en buena medida, a su particular brillo, color anaranjado y “caótico” movimiento sobre el celeste fondo estrellado.
De hecho, se pueden encontrar
mediciones de su diámetro angular en antiguos textos griegos e indios, y
documentación acerca de una “anomalía cuantitativa” cinemática, de alrededor de
un cuarenta por ciento (40 %) más rápida en un lado de su órbita que en el
otro.
Y, por supuesto, sus
extraños desplazamientos en el cielo, junto al de otros cuerpos, que ya fueron
registrados por asirios y egipcios entre otros pueblos. Pero en especial, el de
nuestro protagonista, el ‘planeta rojo’, y es que resultaba de lo más llamativo
observar cómo, a medida que la Tierra “adelanta” a Marte, este
último parece que invierte su movimiento a través del cielo, retrogradación (Continuará).
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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