viernes, 14 de mayo de 2021

Wilde. Periodismo y periodistas (y 2)

(Continuación) ‘El retrato de. Dorian Gray’, una obra que causó gran controversia en el momento de ser publicada y que hoy es uno de los clásicos modernos (¿oxímoron temporal del tipo ‘detener el tiempo’ o ‘instante eterno’?) de la literatura occidental. El escritor solía decir que los escándalos que le interesaban eran los de los demás, pues los suyos le aburrían ya que no tenían el atractivo de la novedad.

Hasta el libro ‘El crimen de Lord Arthur Savile y otros relatos’ de 1891, el mismo año en el que publica su ensayo ‘El alma del hombre bajo el socialismo’ donde el intelectual, desde el plano político, se muestra partidario de un socialismo libertario, un anarquismo filosófico y una actitud estética y de libertad individual (“A veces la gente se pregunta bajo qué tipo de gobierno viviría mejor el artista, y solo hay una respuesta: en ninguno”).

Algo más

Y como dejar en el tintero del computador la grandeza de sus grandes éxitos teatrales londinenses, entiéndanse, ‘Una mujer sin importancia’ estrenada en 1893 y ‘La importancia de llamarse Ernesto’ comedia en tres actos y cuatro cuadros de 1895.

Fue por esa época cuando, a la consabida y manida pregunta de cuál era su lectura favorita, respondió diciendo que nunca viajaba sin su diario, ya que siempre había que tener algo sensacional que leer en el tren. Paradójico.

O aquella otra escena que recoge Jacob M. Braude, y que podríamos llamar la culpa fue del público o algo así, que tiene lugar cuando Oscar Wilde llega a su club después de asistir al estreno de una obra teatral que había sido un completo fracaso, y alguien le pregunta: “Oscar, ¿cómo estuvo la representación?” y él, de forma wildeanamente altanera, respondió: “¡Oh! La obra, un éxito; el público, un fracaso”. Todo dicho.

Envuelto en un escándalo, 1895

Este es el año en el que se hacen presentes y patentes las desgracias en la vida de nuestro protagonista, al interponer una demanda al marqués de Queenberry, por haberle acusado públicamente de sodomía con su hijo, lord Alfred Douglas. Un feo asunto y un juicio que perdió, siendo condenado a dos años de prisión y trabajos forzados.

Es cuando escribe la extensa carta ‘De profundis’ (1897) dirigida a su amante -el hombre que significó para Wilde la desgracia, la cárcel y posteriormente el exilio y la muerte-, donde le acusa de haberlo distraído de su arte, y que no fue publicada hasta 1905, aunque incompleta.

También es de esa época ‘La balada de la cárcel de Reading’ publicada en 1898, año en el que muere su esposa y marcha a París donde fallece tan solo dos años después. (Continuará)

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